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((**Es17.102**) prefectos, de los maestros, de los asistentes? >>No ves que son mártires del estudio y del trabajo? >>Cómo consumen los años de su juventud en favor de ellos, que son como un legado de la Providencia? -Lo veo y lo sé; pero eso no basta; falta lo mejor. ((**It17.110**)) ->>Qué falta, pues? -Que los jóvenes no sean solamente amados, sino que se den cuenta de que se les ama. -Pero >>no tienen ojos en la cara? >>No tienen la luz de la inteligencia? >>No ven que cuanto se hace en su favor se hace por amor? -No, lo repito: eso no basta. ->>Qué se requiere, pues? -Que al ser amados en las cosas que les agradan, participando en sus inclinaciones infantiles, aprendan a ver el amor también en aquellas cosas que les agradan poco, como son: la disciplina, el estudio, la mortificación de sí mismos; y que aprendan a obrar con generosidad y amor. -Explícate mejor. -Observe a los jóvenes en el recreo. Hice lo que me decía y exclamé: ->>Qué hay de particular? ->>Tantos años como hace que se dedica a la educación de la juventud y no comprende? Observe mejor. >>Dónde están nuestros Salesianos? Me fijé y vi que eran muy pocos los sacerdotes y clérigos que estaban mezclados entre los jóvenes y muchos menos los que tomaban parte en sus juegos. Los Superiores no eran ya el alma de los recreos. La mayor parte de ellos paseaban hablando entre sí, sin preocuparse de lo que hacían los alumnos; otros asistían, pero sin pensar para nada en los jóvenes; otros vigilaban desde lejos sin advertir las faltas que se cometían; alguno que otro corregía a los infractores, pero con amenazas y esto raramente. Había algún Salesiano que deseaba introducirse en algún grupo de jóvenes, pero vi que los muchachos buscaban la manera de alejarse de sus maestros y Superiores. Entonces me dijo mi amigo: -En los primitivos tiempos del Oratorio >>no estaba usted siempre en medio de los jóvenes, especialmente a las horas de recreo? >>Recuerda aquellos hermosos años? Era una alegría de Paraíso, una época que recordamos siempre con emoción, porque el amor lo regulaba todo y nosotros no teníamos secretos para usted. -íCierto! Entonces todo era para mí motivo de alegría y los jóvenes iban a porfía por acercarse a mí, por hablarme y existía una verdadera ansiedad por escuchar mis consejos y ponerlos en práctica. Ahora, en cambio, las continuas audiencias, mis múltiples ocupaciones y la falta de salud me lo impiden. -Bien, bien; pero si usted no puede, >>por qué sus Salesianos no se convierten en imitadores suyos? >>Por qué no insiste, no exige que traten a los jóvenes como usted los trataba? -Yo les hablo e insisto hasta cansarme, pero muchos no están decididos a tomarse el trabajo de antaño. -Y así, descuidando lo menos, pierden lo más, y este más es el fruto ((**It17.111**)) de sus fatigas. Que amen lo que agrada a los jóvenes y los jóvenes amarán lo que es del gusto de los Superiores. De esta manera el trabajo les será muy llevadero. La causa del cambio presente del Oratorio es que un buen número de jóvenes no tiene confianza con los Superiores. Antiguamente los corazones todos estaban abiertos a los Superiores, (**Es17.102**))
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