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((**Es16.91**) a la maledicencia con los percances, que ocurrían con bastante frecuencia. No decía palabra en torno a ellos sin serios motivos; los procesos hablan claro. La sobrina Mazé, declarando por sí misma y por su madre, dijo: <>-Hablo de esto con ustedes, porque sé con quién hablo y porque sé que ustedes no pueden servirse de ello, más que para buenos oficios>>. En segundo lugar, se dominaba de tal modo que no separaba nunca el disgusto de la resignación. Y, en ocasiones, la paciencia le resultaba muy clara. Una vez refirió a la sobrina Mazé la negativa de una audiencia. La Condesita consignó en su diario estas ((**It16.99**)) impresiones y las palabras que él profirió: <<íQué resignado estaba! íY qué afligido! Me sentí inmensamente conmovida al oír estas palabras de sus labios: -Tiene uno la voluntad de mantenerse fuerte, de ser valiente ante la adversidad, pero, a fuerza de acumular disgustos sobre disgustos, uno se cansa y no aguanta más. No había visto en mi vida a don Bosco con la faz demudada; pero, esta vez, mientras hablaba, su rostro palidecía y después se acaloraba>>. Los testigos son unánimes, al afirmar que nunca sorprendieron en su lenguaje el menor indicio de resentimiento por tantas contrariedades. Don Juan Anfossi, gran conocedor de los ambientes del clero de la ciudad, sacaba de ellos noticias de cuanto sucedía, con las que llegaba a conocer las penas de don Bosco e iba muchas veces a consolarlo; pero, por sus maneras siempre serenas, advertía que no necesitaba condolencias de nadie; antes, al contrario, sabía infundir en su consolador sentimientos de paz y confianza en Dios. Aprovechaba también la ocasión para comunicar al mismo don Juan Anfossi, que tantos conocidos tenía en los medios eclesiásticos, algunos detalles para que, dado el caso, pusiese las cosas en su punto. Así una vez le contó que había sido llamado a palacio, donde le parecía que, con una buena entrevista, se allanarían todas las dificultades; tanto es así que el Arzobispo le había invitado a bendecir a los familiares que él había introducido. Pero que, apenas se despidió de ellos, como si se arrepintiera de lo hecho, volvió a afirmar la culpabilidad de don Bosco. Este, siempre tranquilo, se esforzaba por convencerle(**Es16.91**))
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