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((**Es16.79**) se rechazó la nota de las ordenaciones con amenazas de escribir a Roma contra el espíritu que reina entre nosotros. Puede darse que quien llevó el recado no observara los debidos miramientos al hablar, pero se trata de un individuo al que se debía avisar y hasta corregir de acuerdo con su comportamiento, pero paréceme que eso no puede representar el espíritu de la Congregación. Así las cosas, ruégole por cuanto sé y puedo, nos escriba, diga o mande decir lo que V. E. observa como reprochable entre nosotros, para que sepamos cómo conducirnos y a qué atenernos. Varias veces he llevado la conversación a este punto, pero V. E. no llegó nunca a conclusiones concretas. Ruégole al presente se digne observar: 1.°, que escribir a Roma sería dar pie a los enemigos del bien para publicar a los cuatro vientos las disensiones entre el pobre don Bosco y su Arzobispo; sería algo ruinoso para nuestra naciente Congregación, que marcha entre obstáculos de toda suerte; y me pedirían cuenta y explicaciones, con los consiguientes disgustos, molestias y, acaso también, escándalos; tampoco sería beneficioso para V. E., pues estoy convencido de que su gloria anda ligada en muchas cosas a nuestra Congregación; 2.°, que nosotros hemos trabajado siempre en la diócesis y para la diócesis de Turín, sin pedir nunca cargos ni estipendio; que hemos tenido y seguimos teniendo a su persona la mayor veneración; 3.°, que, permítame la atrevida expresión, si V. E. sigue en este plan con otros, llegará al extremo de ser temido por muchos y amado por pocos... La antigua confianza había guiado la pluma de don Bosco. La inmediata respuesta de Monseñor aumentó la dosis. Lamentaba él la falta de un noviciado regular, a lo que atribuía el hecho de que los miembros de la Congregación, salvo unos pocos, careciesen de las virtudes religiosas esenciales y, especialmente, de humildad; se declaraba, además, enemigo de que se concediesen a los religiosos demasiadas exenciones de la autoridad episcopal. La carta no disminuía la preocupación de don Bosco; pero quedó satisfecho con ella, porque, de esta manera, había llegado a conocer algunas razones, que le ((**It16.85**)) explicaban la nueva conducta de Monseñor con respecto a él. Replicó el veintitrés de noviembre, hablándole ante todo del noviciado y refiriéndole el diálogo tenido con Pío IX, casi la víspera de la aprobación general. El Papa le había preguntado: ->>Será posible una Congregación en tiempos, en lugares, entre personas que quieren su supresión? >>Cómo tener una casa de estudios y de noviciado? -Yo, contestó don Bosco, no tengo intención de fundar una orden religiosa, donde se puedan admitir penitentes o convertidos, que necesiten ser formados en costumbres honestas y en la piedad; mi intención es la de reunir jovencitos y también adultos de moralidad segura, moralidad probada durante varios años, antes de ser admitidos en nuestra Congregación. ->>Y cómo lograrlo:(**Es16.79**))
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