Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es16.68**) ->>Su madre?... >>Con que no eres huérfana, como dices?, preguntó de golpe la señora. Acorralada entre la espada y la pared, la muchacha confesó que su madre vivía, pero que se mantenía la cosa en secreto porque, desgraciadamente, ella había abandonado a los hijos para darse a la mala vida 1. Descollaba entre los Cooperadores lioneses por su afecto a don Bosco el conde Jouffrey. No sabemos cuándo ni cómo contrajo la amistad, que le ligaba al Siervo de Dios; lo cierto es que, ya en 1883, don Bosco lo llamaba: Mon ami Gustave. Durante los diez días de su estancia en Lyon, el Conde puso a su disposición coche y cochero, para llevarlo adonde quisiese a todas las horas del día. Una mañana volvía de celebrar misa sobre la tumba de san Potino, Obispo de Lyon y cabeza de los llamados mártires lioneses. Por el camino que serpentea la colina, se agolpaba mucha gente alrededor del coche que, por tanto tenía que ir despacio y con dificultad. Don Bosco, volviéndose a derecha e izquierda, oía, contestaba, bendecía; pero, mientras tanto, se iba a paso de tortuga. El cochero, que no tenía la paciencia de don Bosco, soltó de pronto una maldición, que se ha hecho célebre: -íEs mejor llevar al diablo que conducir a un santo! Un coche y un caballo que habían llevado a don Bosco, no debían tener un fin sin gloria. El animal murió de viejo y tuvo el honor de ser sepultado en una finca del Conde; el coche, por el contrario, existe todavía; se guarda como reliquia y se enseña a todos los que visitan aquella casa hospitalaria 2. La madre del señor Jouffrey estaba enferma; pero ((**It16.71**)) nunca pidió a don Bosco la curación: ofrecía sus sufrimientos al Señor por la salvación de las almas y parecía que la Virgen quería escucharla, no librándola del mal para que pudiese ejercer aquel oficio expiatorio e impetratorio. Así resulta de la hermosa carta que, al día siguiente de su santo, por medio de su Gustavo, que fue a visitarlo a Turín y prestó servicio en la antesala unos días 3. El abate Gourgont, párroco de San Francisco, acompañó a don Bosco hasta la cabecera de una señora en gravísimo estado de salud. Se temía que su pérdida iba a ser muy dolorosa, puesto que dejaría huérfanos a tres hijitos. Al entrar en la alcoba de la enferma, dijo don Bosco: 1 D'ESPINEY, Dom Bosco (undécima edición). 2 Bulletin Salésien de agosto y septiembre de 1932. 3 Véase Apéndice, doc. núm. 21.(**Es16.68**))
<Anterior: 16. 67><Siguiente: 16. 69>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com