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((**Es16.54**) -Pero es un caso excepcional, observó don Bosco. Se trata ((**It16.53**)) de un amigo suyo forastero, que no puede volver de nuevo. -Siento que se encuentre usted en tal circunstancia. Es un caso, en el que solamente el Rector podría hacer excepción. Yo no me permitiré ciertamente semejante arbitrariedad. -Sin embargo, nos tiene que conceder este favor, replicó don Bosco. Estoy segurísimo de que tendrá la aprobación de su superior. -Perdone; yo no entro ni salgo en las intenciones del superior. Tengo el reglamento y esto me basta. El altercado se prorrogó con la gentil insistencia del uno y el cortés rechazo del otro, hasta que el padre del seminarista perdió la paciencia y dijo enojado al vicerrector: ->>Pero usted sabe con quién habla? -Lo veo, hablo con un sacerdote, a quien supongo persona de categoría, aunque no fuera más que por estar en su compañía. Pero eso no es una razón que me autorice a quebrantar el reglamento. -íEs que es don Bosco!, le gritó el señor Olive. -íAh, es don Bosco!, exclamó el sacerdote. Y dicho esto, cayó de rodillas, repitiendo: -íDon Bosco! íDon Bosco! Al oír aquel nombre y aquellas voces, salieron corriendo de las aulas profesores y alumnos, gritando también: -íDon Bosco! íDon Bosco! Bajaron las escaleras, se agolparon a su alrededor y le agarraban las manos para besárselas. Fue una escena de entusiasmo conmovedor. En el intervalo entró el Rector. Mandó reunir a los seminaristas en un salón y llevó allí a don Bosco, rogándole les dijera una palabra: Todos esperaban quién sabe qué; pero don Bosco, con toda sencillez, comenzó a preguntarles: ->>Cuántos diáconos sois? -Tantos. ->>Cuántos subdiáconos? ((**It16.54**)) -Tantos. -Pues bien, oíd una gran verdad. Un día no muy lejano todos vosotros seréis sacerdotes; y ahora no olvidéis nunca lo que os voy a decir. Un sacerdote no va nunca solo al paraíso o al infierno; va siempre con él un gran número de almas salvadas por su santo ministerio y su buen ejemplo o perdidas por su negligencia en el cumplimiento de sus deberes y su mal ejemplo. No lo olvidéis. Confirmó después su afirmación con hechos de la historia eclesiástica.(**Es16.54**))
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