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((**Es16.531**) Ya ve usted, Señorita, que busco hacerla rica, o mejor, hacer fructificar las riquezas de la tierra, que se conservan por muy poco tiempo, y cambiarlas por tesoros eternos para siempre. Me pregunta usted en qué obra puede colocar sus economías. Yo creo que estarían bien empleadas ayudando a la Iglesia y al Padre Santo, que tiene muchas necesidades; acudiendo en ayuda de las obras recomendadas por el mismo Padre Santo, como por ejemplo, la construcción de la iglesia y del asilo del Sagrado Corazón en Roma; ayudando las obras cuya finalidad es la preparación de los jóvenes para sacerdotes: en una palabra, haciendo sacerdotes que ganen muchas almas para Dios. Si usted tiene la paciencia de leer y entender mi mala letra, seguiré con el tema. Mientras tanto, que Dios la bendiga y siga rezando por mí, que siempre seré en J. C. Turín, 17 de junio de 1882 Su humilde servidor, JUAN BOSCO, Pbro. 4 Caritativa Señorita: Oiga una preciosísima historia. Tenía yo que pagar una cantidad considerable para nuestro seminario de muchachos que siguen los estudios eclesiásticos; pero no sabía de dónde sacarla y decía para mí: si no fuera indiscreto, ((**It16.644**)) acudiría a la señorita Louvet; pero ella ya nos ha dado y nos dará; por tanto, ídiscreción! Llegó mientras tanto el día catorce de julio; yo había recogido unos dineros, pero me faltaban todavía dos mil francos para completar la cantidad necesaria. íY he aquí la Divina Providencia! Apareció el cartero y me entregó una carta con valores declarados por dos mil francos. >>Cómo se entiende esto? íHa sido el mismo Señor, quien ha sugerido a la señorita Louvet que anticipara su ofrenda, enviando su dinero, que llegaba precisamente en el momento de pagar! Bendito sea Dios, y mil gracias a usted. Quiero escribir ahora a América para que en las quince colonias, cuando bauticen a los huérfanos salvajes que llegan a la fe, por lo menos una niña de cada colonia reciba el nombre de Clara en su bautizo y quede obligada a rezar por usted durante toda su vida. Por nuestra parte, seguimos rezando todos los días por usted, lo mismo en las oraciones privadas que en las comunitarias. Mi salud y mis asuntos me impiden ir a bautizar al hijo de la señora de Villeneuve, pero, dado caso que usted venga, le ruego me lo comunique, pues necesito absolutamente verla y hablar con usted. En cuanto a los asuntos de la política, esté completamente tranquila, no tiene usted nada que temer. Siga comulgando cada mañana. Dice usted que teme la rutina. Cuando la rutina es buena y nos conduce al bien, debemos seguirla y practicarla. Usted está lejos de aquí, pero puede contar cada día con un memento muy particular por usted en mi misa. (**Es16.531**))
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