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((**Es16.444**) su voz hasta nosotros; subí sobre mi silla, pude ver cómo elevaba frecuentemente las dos manos al cielo. Los sacerdotes de San Sulpicio y otros de diversas parroquias estaban a su alrededor en el coro. Después de esta alocución, siempre sostenido por los señores Lemesle y Viel, don Bosco volvió a subir al altar para continuar el santo sacrificio. Al llegar a la elevación, la inmensa multitud hizo un silencio extraordinario; no se oía ruido alguno; realmente se hubiera creído que estaba uno solo en la amplia iglesia, a pesar de que estaba llena como en las más grandes fiestas. No quedaba una silla en las capillas laterales, todos los pasillos estaban obstruidos; en la nave no había una silla libre, todos los rincones estaban ocupados y aquel gentío había acudido por un simple aviso fijado el día antes a las puertas de la iglesia. íVerdaderamente se admira a los santos y la santidad atrae! En el momento de la comunión, don Bosco recitó en tono alto el Indulgentiam y el Domine, non sum dignus y las conocidas palabras llegaron hasta mí; dio después la comunión a un centenar de personas, casi tres veces el comulgatorio lleno; y, mientras acababa la misa, dos sacerdotes de San Sulpicio siguieron repartiendo la santa comunión. A las once, después de ver a don Bosco cómo atravesaba el coro para empezar el segundo turno de la comunión, me vi obligada a salir. La ceremonia duró hasta el mediodía; muchos pudieron ir hasta la sacristía para recibir la bendición de don Bosco y verle. Al salir de la iglesia, don Bosco fue a casa de la señora VendryŠs. Después de este favor, me siento mucho mejor dispuesta; don Bosco me ha prometido rezar por nosotras; >>es éste ya el efecto de sus oraciones? Dios mío, os agradezco haberme permitido oír unas palabras de los labios de este Santo y asistir a su misa. Mil veces gracias, Dios de amor. (Del diario de una monja redentorista, residente en 1934 en Landser, en Alsacia). ((**It16.540**)) 60 (El original en francés) En la sacristía de Santa Clotilde en París Reverendo Padre: Soy la señora Johannet, cuñada de la señora Beaulieu, de Niza. Usted tuvo a bien decirme el día de la Ascensión, en la sacristía de Santa Clotilde, que se dignaría responder a mi petición concediéndome unos instantes de audiencia. Ya le había escrito una vez y esperé respuesta hasta ese día antes de volver a escribirle, porque usted me había dado esperanzas de que la recibiría. Deseo ardientemente presentarle un sobrinito de doce años, muy enfermo, por el que no tengo más esperanzas que sus oraciones. Le quedaría muy agradecida, reverendo Padre, si pudiera señalarme un día y una hora, para poder presentarme a usted, etc. 17 calle Richer B. JOHANNET (**Es16.444**))
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