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((**Es16.437**)en dirigir los armoniosos conciertos de sus jóvenes. La música tiene gran importancia en los oratorios salesianos. No se descuida en ellos nada que pueda elevar el alma de los muchachos hacia lo bello. Es algo maravilloso y perfectamente verdadero que ninguno, desde que existe la obra, es decir, desde hace cuarenta años, ninguno de ellos incurrió en una condena judicial. Don Bosco ha logrado lo que había anhelado, cuando, asustado al encontrar tantos jóvenes en las cárceles de Turín, se propuso dedicar su vida a preservar a la infancia del vicio y del abandono. Cierro con pesar este libro que todavía podría aprovechar mucho. Nos presenta un retrato del querido y amable don Bosco, tan sencillo y tan afectuoso que nos parece reconocer en él a un amigo de otro tiempo. Al leer su vida, no se le puede imaginar más que como nos lo presenta la fotografía, con su bondadosa sonrisa, su cabeza inteligente, fina, enérgica, sus manos vigorosas, que no descansan más que cuando se juntan para la oración. íDichosa la madre que dio tal hijo a la Iglesia! Pero no lo dejamos, sin citar uno de los rasgos que mejor pintan el candor y la bondad de esta alma <>, que diría san Francisco de Sales. Sucedió en el tiempo en que se ocupaba de sus obras de los jóvenes detenidos en la cárcel de menores de Turín. Les había predicado un retiro y, después de la comunión casi general que le siguió, el buen padre, satisfecho de aquellos pobres jóvenes, quiso proporcionarles un día de asueto. Se presentó al director de la cárcel y le pidió ((**It16.525**)) ingenuamente permiso para llevar a todos sus reclusos a pasar un día en el campo. ->>Pero... >>sabe usted lo que dice, señor cura?, gritó el director. Piense que soy el responsable de toda evasión. Verdaderamente, los soldados del rey tienen algo más que hacer que llevar de paseo a esos granujas. ->>Quién habla de soldados, señor director? Los llevaré y los devolveré yo solo, y salgo fiador de que no faltará ni uno. El director, estupefacto, informó de ello al ministro Rattazzi; don Bosco actuó por su parte... y finalmente se concedió el permiso. Don Bosco salió de la ciudad, llevando consigo a los doscientos cincuenta jóvenes detenidos. Fueron a veinte kilómetros de Turín, al castillo de Stupinigi. No hubo ni un desorden, ni una fruta fue robada. Los jóvenes disfrutaban a pleno pulmón del aire y de la libertad. En el curso del paseo, pareció que don Bosco estaba cansado. Los jóvenes descargaron en seguida el borrico que llevaba las provisiones e hicieron que el buen padre montara sobre sus lomos. Su única preocupación fue ahorrar las fuerzas de su querido capellán. Los devolvió sin tropiezo a Turín, y el director, asombrado y satisfecho, comprobó que no faltaba a la lista ni un recluso. Esto, aunque sorprendente, no escapa al orden natural; pero hay otros hechos en la vida de don Bosco, que parecen sacados de las leyendas del siglo trece. Lo mismo que el santo cura de Ars atribuía a santa Filomena las maravillas obtenidas por sus oraciones, don Bosco atribuye a María Auxiliadora todo lo que consiguen sus palabras y su bendición. Si quaeris miracula, Si buscas milagros, Mors, error, calámitas, Muerte, yerros, calamidad, Daemon, lepra, fugiunt, Demonio, lepra huyen; Aegri surgunt sani... los enfermos se levantan sanos. Don Bosco tiene esa fe que traslada las montañas... No aguardemos, para saludar a este siervo de Dios, a que los pueblos griten: íHa (**Es16.437**))
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