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((**Es16.39**) sino que la dijo privadamente. Se había puesto ya el amito, cuando el estudiante Amílcar Bertolucci, que iba a ayudar la misa, le pidió con la mayor confianza que le confesara. El Director lo reprendió, pero don Bosco le dijo: -Sí, sí. Y, al punto, se quitó el amito, lo colocó en su sitio y se sentó. Acabada la confesión le dijo: -Que estés alegre, pues nos volveremos a ver. Se volvieron a ver, en efecto, dos años más tarde en San Benigno y don Bosco recordó enseguida la palabra que le había dicho. El muchacho estaba allí para hacerse Salesiano. Multa tulit fecitque puer, mucho le costó y mucho tuvo que hacer el chico para seguir su vocación; pero don Bosco lo asistió en la lucha con los suyos y le obtuvo con sus oraciones que alcanzara una dificilísima victoria. Don Amílcar Bertolucci, hace siete años, que arrastra una vida de sufrimientos y oración, atormentado por una terrible forma de artritismo. Después de hacer unas visitas en San Remo, el Santo salió para Vallecrosia el día trece. Y, hasta este punto del viaje, no nos fue posible tener más noticias. En Vallecrosia, por culpa de un celo indiscreto de gente mal informada, habían aparecido nubes siniestras que ensombrecían las buenas relaciones entre el Obispo de Ventimiglia y el Director de la casa. Se daba a entender a Monseñor que la obra de los Salesianos se iba desacreditando frente a la actividad de los Valdenses. El Obispo, aceptando como pura verdad cuanto le contaban, había escrito lamentándose a don Bosco, el cual se lo comunicó a don Nicolás Cibrario. No le costó mucho a éste justificarse ((**It16.36**)) a sí mismo y a sus hermanos de las acusaciones gratuitas, hijas de alguna lengua viperina, acostumbrada a hablar mal de los Salesianos 1. Don Bosco quiso poner personalmente las cosas en su punto, se apresuró a ir con don Celestino Durando al Obispo, con quien se entretuvo hasta muy avanzada la tarde. Al regreso, tuvo un alegre e inesperado encuentro. Después de buscar inútilmente un coche, fue preciso resignarse a volver a pie. Había llovido mucho durante el día, de modo que, a la creciente obscuridad se añadía el barro del camino, que dificultaba la marcha al llegar a ciertos puntos donde la débil vista del Siervo de Dios no le permitía ver dónde tenía que poner el pie. Mas he aquí, que se plantó 1 Véase Apéndice, doc. núm. 14.(**Es16.39**))
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