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((**Es16.332**) de formas extrañas y horribles. Hormigueaban por las faldas de los montes, por los senos de las colinas, por los salientes de aquellos montes y de aquellas colinas cubiertas de sombra, por las orillas de los lagos, por las márgenes de los ríos, por las llanuras, por los declives, por las playas. Unos parecían perros con alas y eran extraordinariamente gordos, de abultado abdomen (símbolo de la gula, de la lujuria, de la soberbia). Otros eran sapos grandísimos que se alimentaban de ranas. Se veían ciertos escondrijos llenos de animales de formas diversas de los que nosotros conocemos. Estas tres especies de alimañas ((**It16.394**)) estaban mezcladas y gruñían sordamente como si quisieran morderse. Se veían también tigres, hienas, leones, pero diferentes de las especies comunes de Asia y Africa. Mi compañero me dirigió entonces la palabra diciéndome mientras me señalaba aquellas fieras: -Los Salesianos las amansarán. El tren, entretanto, se acercaba al lugar de donde habíamos salido, del cual estábamos ya poco distantes. El joven Colle sacó entonces un mapa topográfico de una belleza extraordinaria y me dijo: ->>Queréis ver el viaje que habéis hecho? >>Las regiones que hemos recorrido? -Con mucho gusto, le respondí. El entonces extendió aquel mapa en el cual estaba dibujada con maravillosa exactitud toda la América del Sur. Aún más, allí estaba representado todo lo que fue, todo lo que es, todo lo que será aquella región, sin confusión alguna, sino con una claridad tal que de un solo golpe de vista se veía todo. -Yo lo comprendí inmediatamente, pero como los detalles eran tantos, la clara visión de aquellas cosas me duró apenas una hora, y en la actualidad en mi mente reina una gran confusión. Mientras contemplaba aquel mapa a la espera de que el jovencito añadiera alguna explicación, emocionado por la sorpresa de lo que tenía ante mis ojos, me pareció que Quirino 1 tocase el Ave María del alba, pero me desperté y me di cuenta que eran las campanas de la parroquia de San Benigno. El sueño había durado toda la noche. Don Bosco puso término a su relato con estas palabras: -Con la dulzura de San Francisco de Sales, los Salesianos atraerán hacia Cristo los pueblos de América. Será empresa dificilísima el moralizar a los salvajes; pero sus hijos obedecerán con toda facilidad las consignas de los misioneros y se fundarán colonias y la civilización suplantará a la barbarie y así muchos salvajes entrarán en el redil de Cristo. Como confirmación de estas extraordinarias visiones, apenas habían pasado unos días, cuando el Obispo de San José de Costa Rica, monseñor Bernardo Augusto Thiel, y algunos señores de la Misión, escribían una carta a don Bosco pidiéndole algunos Misioneros salesianos. Ahora bien, esta ciudad se encuentra precisamente bajo el grado 10, mencionado en el sueño. El Santo mismo, escribiendo al Conde Colle el 11 de febrero de 1884, ((**It16.395**)) dirá: <(**Es16.332**))
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