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((**Es16.306**) -Soy padre espiritual de todos los turineses, dijo, aun de aquellos que no me aceptan, si los hay, y no quiero que mi primer paso en mi nueva patria sea ocasión de discordias. Vengo como portador de paz, de tranquilidad, de amor recíproco y estoy dispuesto a hacer cualquier sacrificio por Turín que no sea el honor de un solemne recibimiento. El Alcalde, por la dignidad de la ciudad, no quiso rendirse a imposiciones, pues no creía que, para ser liberales, fuese necesario ser inciviles. Pero el Arzobispo, comprendiendo que un recibimiento solemne no tendría lugar sin peligro de alguna discordia o disgusto, el día quince de noviembre dio las gracias con una nobilísima carta, desde Génova, por las honras que se habían preparado para él y declaró que desistía de toda manifestación oficial o pública. En consecuencia, el día dieciocho, domingo por la tarde, fue en forma privada a la Catedral, donde clero y pueblo lo recibieron devotamente y él cumplió lo que el sagrado rito prescribe en tales circunstancias. El jaleo que armaron algunos descarados ((**It16.363**)) alborotadores, lanzando gritos al paso del coche cerrado, obtuvieron la reprobación de todos los hombres que tenían un adarme de sentido común y dieron la medida de la mezquindad moral y civil de ciertos partidos. Los buenos ciudadanos se consideraron en el deber de rendir homenaje privadamente al Cardenal; uno de los primeros en ir a visitarle fue don Bosco. El Boletín de febrero de 1884, aludiendo a aquella visita, menciona las <>, que le dirigió el Arzobispo, pero no las refiere. Su Eminencia y don Bosco se encontraron después públicamente por vez primera en la iglesia de San Juan Evangelista, el día veintisiete de diciembre, fiesta del Apóstol. El Cardenal celebró la misa de las ocho y habló antes de distribuir la sagrada comunión. Después de la ceremonia visitó con don Bosco los nuevos locales del oratorio festivo de San Luis, donde dirigió la palabra a los muchachos. Su Eminencia, que ya había elegido la tipografía del Oratorio para imprimir sus escritos, no había visitado todavía en su calidad de Arzobispo la casa de don Bosco. Sucedió, pues, que éste necesitaba hablar con él y tenía pensado ir al palacio episcopal el día quince de enero por la mañana; pero, antes de ir, envió a preguntar al secretario del Arzobispo si Su Eminencia estaba en palacio y si tenía a bien concederle audiencia. Al enterarse el Cardenal, pidió que entrara el emisario y le dijo: -Diga a don Bosco que dentro de poco le enviaré respuesta. (**Es16.306**))
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