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((**Es16.234**) subió al tren, tuvo que asomarse a la ventanilla para bendecir a la muchedumbre, que aguardaba de rodillas aquella gracia. Un periodista, que había tomado asiento en su departamento, impresionado ante un espectáculo tan nuevo, le hizo un donativo y quiso que le inscribiera entre los Cooperadores Salesianos. El corresponsal de cierto semanario, aludiendo a la fama de sus milagrosas curaciones, escribió que los mayores milagros eran dos: uno el agolparse de tantas personas ávidas de ver y oír a un pobre anciano y el otro el multiplicarse de las conversiones 1. También allí se tenía una confianza ilimitada en sus oraciones. La señora de Franqueville pedía la curación de su hija y se conformaba con que el secretario de don Bosco le escribiese solamente: <>, o bien <>; estas dos palabras la dejarían <>. Otra señora, sentía no haberse encontrado en Amiens, al paso de don Bosco, y pedía una toute petite priŠre para ella, angustiada por penas interiores, para el abuelo enfermo, para otro miembro de la familia necesitado de conversión, para los cinco hijos, para el marido y para una hermana carmelita. Don Bosco le hizo contestar que con gusto rezaría por ella y por los suyos y que le enviaba su bendición. Vivía en Amiens una joven de diecinueve años con su familia poco practicante y poco amiga de dar. Aquel día se oyó en casa que don Bosco había llegado a la ciudad y que visitaba a las personas acaudaladas, pidiendo limosnas para las obras salesianas y que ciertamente iría también allí. Entonces la dueña dijo a la joven que no se le podía dar nada y que, para no tener que contestar con una negativa, no se dejaría ver; que hablara ella a don Bosco y la disculpara. Efectivamente, se presentó el Siervo de Dios con su secretario. La joven lo recibió con todo el respeto posible y le insinuó ((**It16.275**)) lo mejor que pudo, que no había nada que esperar de aquella casa. Don Bosco le miró y le dijo: -Hija, usted tiene espíritu de prudencia; consérvelo y Dios velará por usted. Tendrá que esperar todavía mucho, pero ingresará en una Congregación que nacía cuando usted nació; nos volveremos a ver. En efecto, la volvió a ver unos días después, con otra familia y, señalándola a quien estaba a su lado, dijo: -La conozco... Dios vela por esta joven. Aquella joven tuvo que esperar trece largos años todavía para poder seguir su vocación, pues, hasta 1896, no ingresó en las Hermanitas 1 La Semaine réligieuse de Niza, domingo, 21 de mayo de 1883 (Apéndice, doc. núm. 69). (**Es16.234**))
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