Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es16.209**) esperanza por el largo plazo señalado para la oración; >>y si tomase usted la mano de mi hija y la curase enseguida? -Déjeme hablar, respondióle don Bosco algo severamente ((**It16.244**)) y moviendo negativamente la cabeza... Yo rezaré por ustedes, haré rezar también a mis muchachos y ahora, al celebrar la misa en la Madeleine, les recordaré de un modo especial... Adiós, hijita. Y, así diciendo, salió de la habitación y, al marchar, advirtió a la madre que lo acompañaba: -No olvide a mi gran familia. Pero la señora ya se había adelantado, entregando a escondidas al abate De Bonnefoy un sobre con un billete de banco dentro y una tarjetita, invocando la gracia de la curación; pero su gesto no lo había advertido le pieux italien. Ya en el último peldaño de la escalera, don Bosco le rogó que volviese a subir y la despidió con un dulce augurio: -La paz de Dios esté con usted y con toda su casa. La enfermedad seguía su curso; la pobre joven luchaba con sus dieciséis años entre la vida y la muerte. Tan extremosamente enflaqueció que parecía literalmente un esqueleto. Hasta el día quince de agosto, sufrió toda una serie de altibajos. El día de la solemnidad estaban la madre y un hijo suyo a punto de salir para ir a oír misa, cuando se oyó un grito por toda la casa. Era la enferma, que estaba pocos minutos antes adormecida, y gritaba con voz fuerte y alegre: -íMamá, mamá, estoy curada! Corrió a ella la madre y la vio sonrosada. No podía dar crédito a sus propios ojos; y siguió viendo aún más cosas. Sin tomar ningún alimento, sin ayuda de ningún género, sin apoyo alguno, la hija se encaminó hacia la iglesia, se confesó y comulgó con estupor de cuantos conocían su estado. La curación fue tan real, tan perfecta y duradera que en 1898 la señora Margarita (éste era su nombre y no sabemos el apellido) era madre de tres niños, sanos y robustos. Otra comisión de nobles damas anunciaba, con una tarjeta de invitación 1, la misa y conferencia de don Bosco para las nueve del día primero de mayo en la iglesia de San Sulpicio; pero, cuando él llegó ya habían dado las diez. La enorme muchedumbre que había aguardado tanto ((**It16.245**)) con paciencia, tuvo que aguantarse más al ver subir al púlpito el cura párroco para avisar que don Bosco estaba tan cansado que no podía dar la conferencia y, por el mismo motivo, no podría administrar a todos la Comunión. Pero después de leer el Evangelio, se volvió y quiso decir unas palabras. Su voz no llegaba más que a una 1 Véase Apéndice, doc. núm. 58. (**Es16.209**))
<Anterior: 16. 208><Siguiente: 16. 210>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com