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((**Es16.156**) Aquel día llevó su bendición a una santa enferma: a la madre María de Jesús, fundadora de las Hermanitas de la Asunción, que se dedican a asistir a domicilio a los enfermos pobres. Las señoras amigas de la casa pusieron en juego su influencia para favorecer a la comunidad con tan preciosa visita. La Congregación, fundada en 1842 en Saint-Servan de Bretaña, se trasplantó, siete años después, a París y, en 1870, estableció la casa madre en Grenelle, suburbio de la capital. Allá fue don Bosco, muy dichoso por bendecir una obra que se dedicaba exclusivamente a los pobres. Escuchó con benévolo interés los informes que le dieron sobre la misión ((**It16.179**)) que ejercen las Hermanas y prometió rezar por su desarrollo. La Madre, que se encontraba muy mal, quiso estar presente. Asistía también el padre asuncionista Pernet, que había dado al Instituto forma definitiva y seguía gobernando su espíritu. Díjole éste a don Bosco: -Padre, rece muy especialmente por esta querida Madre, a fin de que el Señor le devuelva la salud y tengamos la suerte de conservarla todavía para bien de toda la familia. -Rezaré según vuestras intenciones, contestó sonriendo, y pediré para que esta buena Madre viva tanto como Matusalén, esto es novecientos sesenta y nueve años. -íPadre!, exclamó asustada la Madre. -Bueno, dijo don Bosco entre burlas y veras: quitemos la primera cifra; y, si luego quitamos todavía unos años, nos quedarán cincuenta y nueve. -íPero, Padre!, replicó sorprendida la Madre. -Acepte, acepte. -Acepto, contestó ella. -Por mi cuenta, le pide una sola cosa: que rece para que don Bosco salve su alma. -Y que viva tantos años como yo, añadió la otra. -Ah, si yo viviese lo que Matusalén volvería el mundo del revés... Pero si usted, Madre, viviese tanto como aquel Patriarca, íqué progreso vería en su familia! Y, después en el paraíso, sus hijas le harán una magnífica corona con todas las almas. Y yo, volviendo a verla en el paraíso con toda su familia, pediré al Señor que me ponga un poco lejos con la mía, en otro rincón del cielo, pues, con todos mis pilluelos tan alborotadores, molestaríamos su paz y tranquilidad... Ya a punto de retirarse, bendijo don Bosco a la comunidad y dijo: -Buenas Hermanas, pediré para todas vosotras piedad, fervor, y perseverancia en la práctica exacta de la regla. No dijo adiós al partir, porque dejó la esperanza de que, a su (**Es16.156**))
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