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((**Es16.116**) llamando los números correspondientes a los nombres. Yo, por el contrario, hago entrar por una portezuela a las personas que vienen con una tarjetita de don Bosco o con una recomendación del padre De Barruel para ser introducidas inmediatamente. Dejo pasar también a las personas enfermas o recomendadas por nuestras amigas. No siempre es fácil porque, tan pronto como se filtran en la sala estas pequeñas maniobras, se arman verdaderos tumultos gritando contra la trampa. Nosotras dos abrimos a veces un poquito nuestras puertas para hacernos señas con que entendernos y esto hace sonreír al buen don Bosco que, con paciencia inalterable, recibe a tantos importunos e importunas>>. La tarde del día veintiuno se cerraron las audiencias a las nueve. Por lo menos, habían tenido entrevista particular con don Bosco, personas de sesenta familias. Quedaban solamente las dos señoritas y los pocos que tenían que acompañar <>; se arrodillaron las dos una a cada lado de su escritorio, pidiéndole la bendición. Así que las hubo bendecido, las saludó diciéndoles que eran sus dos ángeles custodios. A las seis de la mañana siguiente, domingo, ya llegaba la gente buscando a don Bosco. No era aquella la hora; pero las religiosas, que también hubieran querido poder entretenerse alguna vez con él, comprendieron que, en su casa, nunca tendrían oportunidad. Para proporcionarles este consuelo, la señora de Combaud las invitó a ir a su palacio ((**It16.130**)) cuantas veces quisiesen a las horas de la mañana. Un día, viendo la señorita Sénislhac, que las cosas se ponían cada vez más difíciles, rogó a don Bosco que llamara a algunos hombres, que pusieran mano fuerte para mantener el orden; pero él contestó que sólo las mujeres tenían la paciencia necesaria. Cada tarde, antes de marcharse, invocaba sobre las religiosas las bendiciones del cielo con alguna buena palabra, que las defensoras de la buena marcha escuchaban con avidez y les hacía olvidar el no pequeño cansancio. Una vez, por ejemplo, dijo con gran amabilidad: -Pediré al santo Job que les dé paciencia. íMuy pronto estarán hartas de tener a don Bosco en su casa! La tarde del día veintitrés había en la casa de Sénislhac <> para las iglesias pobres. Señoras distinguidas iban allí a preparar ornamentos sagrados. Todas juntas pudieron acercarse a don Bosco, el cual les dijo unas pocas palabras y las bendijo. El rumor de la muchedumbre reunida en la calle le hizo perder las ganas de entretenerse por más tiempo. Aquella misma tarde acudió también una señora perteneciente a (**Es16.116**))
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