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((**Es15.702**) Bosco fue acogida enseguida con entusiasmo y conquistó el mundo entero, apenas aparecieron los primeros destellos de su beneficencia. Don Bosco, inspirado por Dios, intuyó las miserias de su tiempo y fundó una legión de ángeles que, rápidos como el rayo, se esparcieron por el mundo para curar sus heridas, aliviarle de sus afanes y, sin demora, la obra del sacerdote turinés se convirtió en la más popular del universo. Este hecho fue un milagro de la divina Bondad, y tales milagros los hace Dios únicamente por medio de sus santos. >>Y no fue un santo don Bosco? Voy a referirme a tres datos de su vida. 1.° Don Bosco fue recibido en audiencia personal por el Padre Santo, Pío IX, que le apreciaba mucho y lo acogió como un amigo más que como un súbdito. Al salir de la audiencia, se oyó una sola voz por las salas vaticanas: <<íAhí va el santo!... Ahí va el santo!>> Tal voz resonó más suavemente a todo lo largo de su paso, mientras el humilde Siervo de Dios transitaba entre las dos filas de admiradores, prelados... cortesanos, familiares y católicos, presentes en la sala de audiencias: todos inclinaban su cabeza en señal de reverencia. 2.§ El día de la audiencia de don Bosco, prestaba servicio en la antecámara pontificia Mons. Francisco Ricci Paracciani, camarero secreto de Su Santidad y luego Cardenal de la S. R. Iglesia. Admirado de la virtud de don Bosco, Ricci, que desarrollaba su celo sacerdotal en favor de los obreros en una escuela nocturna, rogó al Ven. Fundador de los Salesianos que le hiciera el favor de acercarse el próximo domingo para hablar a sus jóvenes del oratorio festivo en la actualmente desaparecida iglesia de S. Francisco, cerca del Puente Sixto. Aceptó don Bosco la invitación, y el modo como lo comunicó Mons. Ricci a los obreritos fue el siguiente: <((**It15.826**)) os va a hablar un santo. Se llama don Bosco y es el apóstol de la juventud>>. Tuvo lugar la conferencia, la afluencia de jóvenes fue muy numerosa, el fruto fue grande, y, cuando se quería recordar por aquellos jóvenes tan fausta fecha, todos decían: <>. 3.§ Regresaba yo de Novara a Turín. Me asomé en busca de plaza a un compartimiento de segunda clase y vi modestamente arrinconado en un ángulo a un humilde sacerdote, mientras armaba un enorme vocerío un grupo de obreros de escasa educación. Había un asiento vacío y me pareció que pudiera ser el mío, también para servir de cierto apoyo al menospreciado sacerdote, que no se encontraba por cierto en buena compañía. Me senté a su lado y, al darme cuenta de quién era, dije en voz alta: <<íDon Bosco!... íQué alegría poder sentarme a su lado!>> íFue algo mágico el pronunciar tal nombre! Los obreros cesaron al instante de armar jaleo y, aunque estaban un poco chispos, fijaron sobre él su mirada y, en voz baja, cada uno repitió: <<íDon Bosco!>>. La batalla estaba ganada, los espíritus se apaciguaron y el santo salesiano se convirtió (**Es15.702**))
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