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((**Es15.677**) -Venid, os divertiréis; se hace gimnasia, música, deportes, declamación. Hay un teatro. Se hacen muchas cosas que gustan a los muchachos. Y éstos iban viniendo en masa. El prado se quedó pequeño para los juegos porque acudían de todas partes. Las diversiones los atraían y la religión los moralizaba. Unos señores de la ciudad, colaboradores seglares, personas distinguidas los acogían con buenos modales, los llevaban a la iglesia; los sacerdotes los confesaban. Los señores dirigían las oraciones. Se celebraba la misa, se predicaba, algunos chicos se acercaban a la sagrada mesa. Al mediodía, los muchachos estaban cansados. Se les despedía o bien se les daba algo de comer. Cuando volvían, venían muy ((**It15.795**)) contentos, muy felices, muy impacientes, a la una, a la una y media. A las dos sonaba la campana. Los chicos querían irse. Decían que estaban cansados de tanto jugar. Pero la puerta estaba cerrada, y los señores les invitaban a entrar en la iglesia para descansar. Se les daba unas instrucciones, como eso que vosotros llamáis catecismo de perseverancia; se cantaban las vísperas, había unas palabras de despedida y, luego, continuaban divirtiéndose en el patio hasta que oscurecía. Por la noche, los chicos estaban realmente fatigados. Si los obreros estaban sin trabajo, los cooperadores buscaban talleres donde colocarlos y les seguían los pasos. Y así se evitaba que hubieran terminado en la cárcel. Se ha comprobado que muchos chicos y obreros necesitaban instrucción religiosa. A los cincuenta años algunos no habían hecho aún la primera comunión. Se iniciaron las clases nocturnas para prepararlos a ello. Eran auténticas catequesis, pero había que halagarles, y acudían de muy buena gana. Había algunos que estaban desocupados durante el día y se les daba clase. Así se acababa con los vagabundos. Pero la mayor dificultad estaba en los sin trabajo, algunos de ellos pobres, abandonados y harapientos. ->>Y tú no trabajas? -Voy hecho un andrajoso. -Se te dará ropa. -íPero no podré comer hasta que me paguen! -Se te dará pan. -íPero estoy en la calle! -Se te dará alojamiento... Así se creó esta casa; vino luego el Oratorio y, después se han puesto en marcha patronatos y hospicios en Italia, en Francia, en España, en Brasil, en Uruguay, en la República del Ecuador y en la Patagonia. Se han fundado ciento cuarenta casas con más de ochenta mil, casi cien mil muchachos recogidos, que aprenden un oficio o estudian, es decir, los dos medios para vivir honradamente. Pero, para todas estas casas, hacían falta sacerdotes y jefes de taller. Se hizo una selección entre los más dotados e inteligentes. Y ésos son los que ahora dirigen casas, talleres y granjas agrícolas. Estos sacerdotes son también misioneros entre los salvajes de América. Pero no quiero abusar de vuestra paciencia. Todo lo que se hace aquí, puede hacerse en todas las ciudades. Y, apenas se comienza, acude la divina Providencia. ((**It15.796**)) Veinticinco mil muchachos salen cada año de nuestras casas y son reemplazados por otros veinticinco mil. Que es como decir que se les arranca de la antesala de las cárceles. Son instruidos y conducidos a la religión y entran en la sociedad, no como unos desgraciados, sino como buenos ciudadanos, que honran a la patria, a la familia y a sus amigos. (**Es15.677**))
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