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((**Es15.540**) que sabe ganarse tan bien el afecto de las almas, ícuánto bien podría hacer media docena de buenos y esmerados operarios! Basta, ruegue al Señor, a fin de que don Bosco tenga fuerzas abundantes para dedicarlas a la gloria de Dios, en quien plenamente confía>>. Monseñor Biffi, que fue heroico misionero primero en la provincia de Cartagena, después con los indios de Yucatán, finalmente entre los paganos de Birmania, volvía a Cartagena condecorado con la dignidad episcopal, pero con un solo misionero, y cuando su vastísima diócesis era un muerto a resucitar a la vida cristiana. Angustiado por tan desafortunadas condiciones y su escaso clero, oprimido por el trabajo, mientras empezaba los trámites con el general de los Padres Eudistas para obtener algún obrero evangélico, no sabía resignarse a que don Bosco no hubiese atendido su deseo, y, escribiendo el 14 de octubre de 1883 a monseñor Marinoni, se desahogaba con estas palabras: <<íAh don Bosco, don Bosco, si tus celosos sacerdotes vinieran aquí, cuanto bien podrían hacer! Ya te habrán dicho que aquí todos son masones. En las ciudades ciertamente los hay; pero en los pueblos ((**It15.629**)) no ha podido arraigar la secta; hay en ellos unos buenos campesinos, de costumbres libres, si se quiere (no puede esperarse más con los ejemplos que tienen ante sus ojos), pero que seguirían dócilmente la voz del Salesiano como sigue la ovejita la del pastor. Ah, don Bosco, don Bosco, >>cómo has podido decir que no tenías ni siquiera un sacerdote para Cartagena? Sí, estas palabras hirieron mi corazón. Perdóname si no puedo comprenderlas. No hay que fiarse de informes a veces interesados de alguien que pretende excusarse ante los hombres, ya que no puede hacerlo ante Dios. Aquí hay muchas almas por salvar. íHe aquí la palabra mágica para el corazón de un Javier! Basta, yo elevo los ojos al cielo y digo al Señor: He llamado a todas las puertas y no se abrió ninguna; si así lo disponéis, hágase Vuestra Santísima Voluntad. íPobre Cartagena! íPobre diócesis mía! Pero yo seguiré haciendo cuanto pueda por el bien de mis hijos, y quiera el Señor protegerme>>. El Señor premió su celo con frutos abundantes y duraderos. Don Bosco estaba entonces ocupado con las misiones de América del sur y ciertamente no podía ayudarle. Pero los Salesianos no tardaron mucho en establecerse en Colombia, con su primera casa en Bogotá, y dedicándose también heroicamente a los lazaretos de los leprosos. En la diócesis de Cartagena, monseñor Brioschi, sucesor de monseñor Biffi, les confió una parroquia en Barranquilla. En la circular para los Cooperadores, en enero de 1883, después de (**Es15.540**))
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