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((**Es15.50**) muchos, unos cinco mil, desde que comenzamos el oratorio; y esto demuestra cuán necesaria era esta obra. No hay muchos centros para muchachos y en todos exigen tales condiciones para la admisión, que cierran las puertas a muchos. En San León, en cambio, basta que exista un peligro para el cuerpo o para el alma para ser admitido. Cuando se termine el ala izquierda, se podrá llegar a trescientos muchachos. Haría falta ensanchar, comprando una casa, cuyas ventanas miran a los patios y molestan. Allí se podría instalar a las hermanas, ((**It15.45**)) las Hijas de María Auxiliadora, que deben venir, no dejándoles más comunicación con el colegio que la estrictamente necesaria para atender a la lavandería y a la ropería. Sería fácil adaptarla para ello y se evitarían los inconvenientes actuales. Pero se necesita dinero para comprarla, y la divina Providencia parece que la quiere, pues ha disminuido el precio pedido en la primera ocasión: éste ha ido menguando hasta el presente y, por fin, se ha convenido en cuarenta y cinco mil francos. La divina Providencia, que quiere la obra, mandará lo necesario; y, cuando digo la divina Providencia, entiendo referirme a Dios. Porque es Dios quien quiere nuestra Obra y El mandará los medios para llevarla a término: el que trabaja para un fin, tiene derecho a los medios y estamos seguros de que éstos vendrán. Nosotros somos instrumentos de la divina Providencia y ella y María Auxiliadora nos han protegido este año de un modo bastante tangible. Habría que hacer, además, la adquisición de un terreno de dos mil metros, cuya situación en esta parte de la ciudad se prestaría para organizar en él un oratorio festivo. Yo desearía que se pudieran reunir en él los muchachos, que durante la semana trabajan en diversos talleres, para instruirlos en la religión y preservarlos de la inmoralidad; así no tendrían contacto con los muchachos que a diario acuden al oratorio y haríamos aquí como en Turín, donde se obtiene un gran bien, reuniendo a tres mil muchachos. Para ello se requeriría casi igual cantidad y yo pido a la Comisión la ayuda de sus oraciones; no les pido caritativas limosnas directas, pues la caridad tiene sus limitaciones, pero sí indicaciones y recomendaciones útiles para conseguirlas. Hay otros gastos que hacer para conservar el edificio, proveer de lencería y cuanto se necesita para las necesidades de los muchachos; pero peu pour fois, o peu … la fois, como dice vuestro señor Cura 1. Hay todavía una cuenta atrasada de casi doce mil francos por los gastos de casa, es cosa de poca importancia relativamente; lo más grave es la visita que me hicieron los constructores, que me han presentado la cuenta y piden el pago de ciento veinte mil francos, que se les debe por las nuevas obras. Pero estas dificultades y estas grandes cantidades, no deben espantarnos. Evidentemente se requiere dinero; mas yo confío en la divina Providencia y no dudo que nos ayudará, aunque no puedo pronosticar de qué manera se nos manifestará. Os diré algo, que nunca he dicho: nuestra confianza está bien fundamentada, siempre que no nos hagamos indignos; pero espero que esto ((**It15.46**)) no sucederá. Si mantenemos la piedad y la moralidad en la casa, haremos una obra de Dios; si las descuidamos, no. Pero esto no sucederá y no seremos indignos de los socorros de la divina Providencia. 1 Sabía don Bosco que su habitual solecismo peu pour fois (un poquito cada vez) era simpáticamente repetido en la comisión.(**Es15.50**))
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