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((**Es15.472**) las religiosas, compadecida de él, le prorrogaba su estancia en el hospital, ocupándolo en trabajitos, acomodados a su edad y a su débil constitución. Una buena mañana le llamó, le vistió de fiesta y lo presentó a un sacerdote en el recibidor. íEra don Bosco! Este le habló como un padre y preguntó a la Superiora: ->>Cuántos años tiene: -Diez y algo más, respondió ella. -íYa!, replicó don Bosco. íEs demasiado pequeño! Necesita comer todavía algunos panecillos. Si es bueno, lo admitiré el año que viene. Don Bosco, que no prometía por prometer, al año siguiente escribió a la Superiora del hospital, por medio de don José Lazzero, diciéndole que, si aquel año estaba dispuesto a irse con él, lo podía aceptar. El muchacho fue acompañado hasta cierto punto del viaje por un Canónigo, el cual le dijo al despedirse: -Cuando llegues a la estación de Turín, saca tu pañuelo blanco y agítalo al viento. Se te acercará un señor alto y delgado, que se llama Garbellone, y te acompañará al Oratorio. Todo sucedió ((**It15.547**)) admirablemente. Así llegó al Oratorio Pedro Cenci, el maestro sastre, formador de una legión de alumnos y que, como él se complace en repetir, vistió a don Bosco cuando aún vivía, una vez muerto, y cuando lo hicieron beato. Un periódico local 1 hablaba así de la visita de don Bosco a Rímini: <>. Las impresiones de su visita a Rímini acompañaron a don Bosco hasta Turín; al encontrarse en el Oratorio con el estudiante Francisco Tomasetti, hoy Procurador General de la Congregación en Roma, le dijo: 1 La parola. Revista católica mensual, filosófico-literaria, dirigida por Luis Trevisani, presbítero. Rímini, Tip. Malvolti, año III, mayo 1882, págs. 157-8. (**Es15.472**))
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