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((**Es15.451**) quiere ir, que vaya solo. Después le impondría que hiciera limosna de acuerdo con su estado y, si no, le diría que no me reconozco capaz para seguir siendo el responsable de su alma. -Pues bien, se lo diré, prometió el buen religioso. Y tal como lo prometió, lo hizo. Gozaba de tanta familiaridad con él, desde hacía más de veinte años, que no se sintió cohibido para abordar el tema; pero el otro se hizo el sordo, y más aún: despidió al confesor, mostrándose ofendido por su evangélica libertad. Otro episodio del siguiente otoño nos aclara todavía más el pensamiento de don Bosco en esta materia. El contratista Borgo, muy amigo del Siervo de Dios, era constante bienhechor del hospicio de San Vicente; había prestado grandes cantidades sin exigir intereses; había trazado gratuitamente los planos y gratuitamente había dirigido las obras durante dos años. Pues bien, él guardaba en casa todas las joyas y vestidos lujosos de su esposa, fallecida hacía veinte años. Y, contando accidentalmente esto a don Bosco, vino a decirle que deseaba sufragar el alma de su difunta esposa algo más abundantemente que de costumbre. -íOh!, le contestó don Bosco; >>qué hacen en su casa todos esos recuerdos? Es algo inútil guardarlos de ese modo, cuando hay tanta necesidad de caridad. ->>Y qué me sugeriría? -Que los tomara y los trajera aquí al hospicio. Es la mejor manera de sufragar el alma de su esposa. El señor Borgo salió emocionado y turbado. Le dolía hacer aquel sacrificio. Paseó, pensó y se fue a casa; pero las palabras de don Bosco seguían fijas en su mente. Para muchos buenos Cooperadores la palabra de don Bosco íera la voz del cielo! En casos semejantes al precedente, y también cuando le pedían consejo o le consultaban sobre su ((**It15.522**)) porvenir o sobre su pasado, él se recogía en sí mismo un instante, y exponía después su modo de pensar con palabras concisas, que producían el efecto de un oráculo sagrado. Nuestro empresario, que, al cabo de unos días supo, que don Bosco se encontraba de nuevo en Sampierdarena, después de una visita a la casa de La Spezia, volvió al hospicio y le entregó todos aquellos objetos de valor, de los que don Domingo Belmonte, encargado de venderlos, sacó cinco mil liras 1. 1 Don Bosco estuvo en otoño en Liguria para los ejercicios espirituales, según se desprende de dos cartas que veremos en el último capítulo. No sabemos de ese viaje más que este episodio. (**Es15.451**))
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