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((**Es15.433**) -Es necesario, dijo a las señoras, comprender bien la finalidad de la pía Unión. Los Cooperadores salesianos no sólo deben recoger limosnas para nuestras casas, sino también industriarse para cooperar con todos los medios posibles a la salvación de sus hermanos y particularmente de la juventud. Procuren, por tanto, que los niños vayan a la catequesis, ayuden personalmente a los párrocos a enseñar el catecismo, preparen a los niños para la primera comunión y procuren también que tengan los trajes convenientes; difundan los buenos libros y opóngase enérgicamente a la difusión de la prensa irreligiosa e inmoral. Todo esto entra en el programa de los Cooperadores salesianos. Cuando fue conocida esta recomendación debió gustarles mucho a aquellos párrocos que se habían mostrado tan generosos, no sólo poniendo a su disposición sus iglesias, sino anunciando sus conferencias, asistiendo a ellas, tomando la palabra y depositando, ellos los primeros, el óbolo de su caridad en la bandeja. No repetiremos que hubo de interrumpír las agobiantes audiencias en Tolón; pero recordaremos un hecho prodigioso y una predicción de la que poseemos testimonio escrito. En Tolón, el décimo tercer hijo de los esposos Pontevés padecía, desde hacía año y medio, frecuentes desmayos que le molestaban bastante, dificultaban sus estudios e impedían su educación moral y física. La madre lo presentó a don Bosco, el cual le dio la bendición y le dijo: -Animo, hijo mío; antes de la fiesta de san Juan Bautista estarás curado. Fiándose de la palabra de don Bosco, que consideró como oráculo del ((**It15.501**)) cielo, la señora dejó de darle los medicamentos prescritos por los médicos. A partir de aquel día, cesaron los ataques del mal, el muchacho recuperó su bienestar y no le quedó ni rastro de su enfermedad 1. Una religiosa de la Sagesse, que vivía en septiembre de 1932 en la casa de Saint-Laurent sur SŠvres, guardó memoria de su predicción 2. La anciana religiosa decía con toda sencillez que se acordaba muy bien de aquel petit bonhomme noir et maigre comme un clou (aquel viejito de negro y flaco como un clavo). Lo había visto en 1882 en el Hospital Marítimo de Tolón, atendido por sus hermanas, que eran unas cincuenta. Don Bosco, que fue a visitarla, pidió provisionalmente a dos de ellas para abrir enseguida un orfanato en Gien y confiarlo 1 Carta del abate J. Rostand a don José Ronchail, Antibes, 16 de diciembre de 1882. 2 Carta del reverendo Pastol a don Agustín Auffray, Lieja, 4 de septiembre de 1932. (**Es15.433**))
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