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((**Es15.43**) escenario los alrededores del lago de Nahuel-Huapí, donde nace el río Limay, afluente principal del Río Negro. ((**It15.37**)) Entre los meses de octubre y noviembre emprendió otra misión y llegó a dos tribus de indios, que habían acampado a cuatrocientos kilómetros de Patagones. Allí obtuvo algunos frutos; pero, la cercanía de un campamento militar constituía un grave obstáculo, entre otras cosas, por los licores que les proporcionaban y las consiguientes borracheras y desórdenes subsiguientes. Al recorrer las orillas del Río Negro, encontró algunas familias de colonos cristianos, a los que pudo hacer algún bien. <>. Pero volvamos a don Luis Lasagna. Durante su permanencia en Italia, don Bosco se fue haciendo una idea completa de la situación y necesidades de las casas abiertas en Uruguay; pudo apreciar de cerca las virtudes, la prudencia y el tacto de aquel hijo queridísimo. Le pareció, pues, oportuno establecer en Uruguay una provincia independiente, nombrándolo a él Inspector; tanto más cuanto que, al año siguiente, era necesario fundar una casa en Brasil y él poseía las cualidades necesarias para introducir y extender la obra salesiana en aquel inmenso imperio. Y no lo dejó volver solo, sino al frente de un grupo de compañeros, para repartirlos entre Uruguay y Argentina. El Beato no quiso enviarlos a la chita callando, como si le hubieran asustado las rabiosas amenazas de la otra vez. A alguno quizá pudo parecerle que era demasiado pronto para celebrar otra ceremonia de despedida, pero los hechos demostraron que eran vanos aquellos temores. El 10 de diciembre fue el día de la ceremonia: un día infernal de frío, viento y nieve; y, con todo, la iglesia se llenó. Después de dar lectura a la Encíclica Sancta Dei civitas, que ya hemos citado al principio de este capítulo, pronunció don Bosco unas breves palabras para informar a Cooperadores y Cooperadoras del progreso alcanzado por la Congregación durante el año que concluía, de los frutos conseguidos en las misiones y del estado de las obras en las iglesias de San Juan Evangelista, en Turín, y del Sagrado Corazón en Roma; subió después al púlpito don Luis Lasagna, que entretuvo, como él sabía, al auditorio describiendo la vida de los misioneros salesianos. ((**It15.38**)) Eran ocho los que partían, pero dos esperaban a los compañeros en Marsella donde debían embarcarse. Don Bosco, para dar a don Luis Lasagna una prueba más de su paternal cariño y animarlo para el viaje, quiso que don Juan Bautista Lemoyne, su antiguo director, le acompañase hasta Marsella. De allí zarparon en el France de la Compañía(**Es15.43**))
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