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((**Es15.369**) que no ignora cómo la Providencia suele afirmar la virtud de sus Santos a través de muchas tribulaciones, para conducirlos a las conquistas victoriosas en el servicio del reino de Dios. Sin embargo y a pesar de su calma inalterable, don Bosco no escondía ni siquiera una cierta prisa por llevar a cabo su plan. Sentía que su vida se acortaba y, sin lugar a duda, le apremiaba llegar a tiempo para atender a los suyos en los primeros experimentos de la total exención canónica. Valga, pues, también esta consideración para explicar la inflexible tenacidad, con que persiguió su finalidad, por encima de todas las contrariedades que se atravesaron en su camino. Además, el hecho de que sus esfuerzos se coronaron con el éxito, apenas se rompieron las hostilidades de Turín, es la mejor prueba de que faltaban razones verdaderas para oponerse a su causa. Después de la recusación de las primeras peticiones repetidamente presentadas en 1875, don Bosco se conformó con que el siempre benévolo Pío IX le concediera favores aislados y temporales y con las menores formalidades posibles. Así podía emplear tres importantísimos privilegios, que eran: 1.° los derechos parroquiales, que ejercían los directores con los súbditos que moraban en sus respectivas casas; 2.° el extratémpora para que los clérigos salesianos recibieran las órdenes mayores fuera de los tiempos señalados por la Iglesia; 3.° la dispensa de las testimoniales de los Obispos para la admisión de los postulantes al noviciado. Estas facultades habían ((**It15.425**)) sido concedidas en 1876. Las dos primeras debían durar tres años en Italia y cinco fuera; la tercera no tenía limites de tiempo 1. Cuando expiró el trienio de aquellas dos, se hizo petición de prórroga 2 cuyo resultado fue el siguiente. Para el ejercicio de los derechos parroquiales hubo que insistir mucho tiempo, hasta que el Breve del 21 de marzo de 1882 renovó la concesión trienal y quinquenal, como en 1876 3. Para el extratémpora no se obtuvo nada hasta 1884. El año 1881 interpuso una calurosa recomendación el Arzobispo de Mesina, especialmente en favor del colegio de Randazzo; pero no tuvo éxito 4. Para la tercera gracia, se complicaba la cuestión, por haber sido revocada cuatro años antes de forma algo dramática. Don Bosco mismo nos ha dejado el relato, cuando escribió en 1882 5: 1 Véase: M. B. Vol. XII, págs. 544-5. 2 Véase: M. B. Vol. XII, págs. 210-13; Vol. XIV, pág. 604. 3 Véase: Apénd. Doc. núm. 65. 4 Cartas de monseñor Guarino a don Bosco, Roma, día 1 de diciembre de 1881, y del abogado Leonori a don Bosco, Roma, 26 de diciembre de 1881. 5 Carta a don Francisco Dalmazzo, S. Benigno, 8 de septiembre de 1882. (**Es15.369**))
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