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((**Es15.338**) El Siervo de Dios estaba allí para recibirlo con los debidos honores. Su Excelencia, apenas le tuvo cerca, le dijo: -íOh, Don Bosco! Después se puso a conversar con otros, se revistió, comenzó la sagrada función y se marchó tan deprisa que don Bosco apenas pudo saludarlo y acompañarlo al coche, sin tener la comodidad de ((**It15.388**)) decirle una palabra. Sin embargo, Monseñor, antes de marcharse, dijo a los clérigos del seminario que habían ido para servir al altar y que eran exalumnos del Oratorio en su mayoría: -Id a oír la misa de don Bosco. No apareció mas para pontificar en los días del octavario, aunque don Bosco le había invitado muy encarecidamente 1. El ver coronados finalmente los afanes y solicitudes de tantos años, el esplendor de las fiestas y la afluencia de tanto público consolaron mucho el corazón de don Bosco; si hubo alguna amargura la escondió en su interior, y nadie sorprendió en él una alteración momentánea en su rostro, ni oyó de sus labios una palabra, que revelase ningún pesar interior. Hasta el cielo pareció que quería contribuir a que resultara más bello y alegre el acontecimiento. En efecto, por la tarde y por la noche de la víspera, llovió a cántaros; pero la mañana del veintiocho, cuando llegó el Arzobispo, la lluvia había cesado y, después de la consagración, apareció el sol, que brilló durante el octavario como no se había visto desde hacía dos meses. Hacia el mediodía, apenas el repicar de las campanas festivas anunció que la sagrada ceremonia había concluido, abriéronse de par en par las puertas y una oleada de gente devota invadió la iglesia y asistió a la primera misa, celebrada por don Bosco y ayudada por don Juan Bautista Lemoyne y don Juan Bonetti. Por la tarde, el mismo don Bosco predicó después de Vísperas y describió lo que era aquel lugar treinta y cinco años antes, y dijo lo que, gracias a Dios y a la benevolencia de los hombres de buen corazón, sería en breve 2. Durante los tres primeros días del octavario pontificaron los Obispos de Fossano, Biella y Alba, monseñores Manacorda, Leto y Pampirio; durante toda la semana anunciaron profusamente la palabra de Dios elocuentes predicadores; se celebraron funciones con esplendidez 1 Carta de don Bosco a don Francisco Dalmazzo, Turín, 12 de noviembre 1882. 2 El Boletín de enero de 1883 dio el resumen de su discurso, que puede leerse en el Apéndice de este volumen (Doc. núm. 56). Existen, además, apuntes autógrafos. (**Es15.338**))
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