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((**Es15.306**) el canónigo José le confió las necesidades de su alma y recibió la siguiente respuesta. Carísimo don José: Me he retardado algo en responder para tener el gusto de hacerlo yo mismo y darle a entender cuánto aprecio sus felicitaciones y sus oraciones. Se las agradezco, por tanto, muy de corazón y pido a Dios las centuplique sobre usted, querido don José, y sobre toda su familia y, de modo particular, sobre su sobrinito, que el cielo conserve. Dice usted que lo encomiende a Dios para que le ilumine para seguir la senda que le conduzca seguro a la vida eterna. Sí, lo haré con todo mi corazón y le ruego que pida usted lo mismo para mí. Si el Señor le inspirase venir a pasar algún tiempo con nosotros, lo aceptaríamos como a un hermano que va a casa de su hermano, un dueño que va a casa de su siervo. Hay trabajo abundantísimo preparado también para usted. Y, por cuanto nos es posible, no se ahorrarían las atenciones debidas a su salud y condición. Y puesto que usted ha tenido la bondad de hablarme en confianza, yo también me encomiendo calurosísimamente a sus santas oraciones y a su santa misa. Yo estoy ocupado con asuntos muy serios, especialmente por las misiones en el extranjero y es verdaderamente obra del auxilio del Cielo ((**It15.350**)) poder salir a flote; por eso confío mucho en la caridad de sus oraciones. Que Dios le bendiga, mi siempre querido don José, y le conserve en buena salud. Ruégole extienda mis humildes saludos a toda su respetable familia y usted considéreme siempre, como tengo el honor de profesarme en N. S. J. C. Turín, 27 diciembre de 1882. Su afmo. amigo JUAN BOSCO, Pbro. El florecimiento del oratorio puso en confusión a los enemigos del bien, que empezaron a revolver Roma con Santiago contra los salesianos. Un día, durante el recreo, atravesó el patio un disparo de fusil, dirigido contra don Juan Bautista Rinaldi que, por milagro, no hirió a nadie. Una noche, manos criminales cubrieron de petróleo la puerta y la prendieron fuego. Hasta entre los buenos hubo incomprensiones que originaron disgustos. Con todo esto cundía cada vez más la duda, de sin don Bosco se llevaría a los salesianos y cerraría la casa. Pero él, como afirma saber don Joaquín Berto en los procesos, respondía a quien le escribía para eliminar aquel peligro, que la casa de Faenza no se cerraría a pesar de los esfuerzos del demonio y de las sectas, y que prosperaría. La afirmación del secretario queda confirmada con esta carta al canónigo Cavina. (**Es15.306**))
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