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((**Es15.30**) ((**It15.22**)) El día siguiente, lunes 7, lo pasamos todavía en el dique; pero, al llegar la noche, concluidos los trabajos de la compostura de la hélice, dieron paso al agua del mar en el dique por cuatro cauces por los que entraron cuatro violentas cataratas, que impresionaban tanto como las que mandó el Señor para inundar el mundo. A las cuatro de la mañana, al despuntar la aurora del martes 8, salimos del puerto de Marsella, con dirección a Barcelona. Hasta entonces los viajeros no habían experimentado las furias de Neptuno; pero ínos esperaban en el golfo de León!... Olas embravecidas y viento, viento y olas embravecidas; montañas y valles de agua, olas furiosas que se estrellaban contra otras olas y todas se rompían contra los costados del buque, más fuerte que ellas; las oleadas que invadían la proa y otras que caían por la popa... la sacudida de las antenas y el zumbar de las jarcias fue un conjunto, que rompió en un momento los toldos y nos obligó a refugiarnos en los camarotes, acurrucarnos en las colchonetas... y después... después... pagar casi todos el tributo al mar con más o menos náuseas y dejando el estómago vacío. He dicho casi todos, para contarme también a mí, esta vez la única, en tantos viajes como hice por mar, entre las envidiadas y verdaderamente afortunadas excepciones. Llegamos a Barcelona y atracamos en el puerto, al anochecer del mismo martes, porque el Humberto I corre catorce millas por hora. Trabajaron durante toda la noche y el día siguiente, miércoles, para cargar mercancía. Los padres Piccono, Branda y Panne se apearon conmigo para visitar la admirable y antigua catedral, la cripta de Santa Eulalia y el crucifijo salvado en la batalla de Lepanto. Por la noche del miércoles, a la claridad de la blanca luna, nos hicimos a la vela (aunque sin velas) camino de Gibraltar. De nuevo encontramos furioso a Eolo en el golfo de Valencia, que nos bamboleó toda la noche y nos condenó ((**It15.23**)) al ayuno todo el día. Durante la noche, del jueves al viernes del 11, anduvimos sepultados en la niebla, que obligó al buque a disminuir la marcha y a silbar la sirena de trecho en trecho, para avisar su paso a otras embarcaciones y evitar posibles y desastrosas colisiones. Durante todo este trayecto del viaje pudimos, sin embargo, celebrar misa todos los días y dar la santa comunión a las hermanas y a los coadjutores. Durante el resto del día se rezaba, se leía un poco y se paseaba mucho y se comía cuando se podía... íEs la vida del Micl…s: mangé, beivé e andé a spas! 1. No se puede hacer nada serio a bordo: se convierte uno en niño, despreocupado, y por añadidura riéndose quién más amabilidad y cortesía. La oficialidad del barco rodeó a don Bosco; todos iban a porfía en sus demostraciones de respeto y benevolencia. El capitán estaba orgulloso al enterarse de gue don Bosco gozaba de más autoridad que él, como capitán, pues tenía sesenta mil súbditos. El Capitán, el Comisario y todos los de a bordo acompañaron a don Bosco, gue iba sostenido siempre por el señor Piaggio. Todos se arrodillaron, cuando don Bosco daba la bendición a los misioneros, y no se levantaron hasta gue no terminó de dirigirles la palabra. Salimos a la tenue claridad de la luna; el tiempo no podía presentarse peor a causa del viento. El señor Piaggio tomó del brazo a don Bosco para guiarlo, diciéndole gue se apoyara en él. El Capitán dirigía los pasos, el representante de la Sociedad lo seguía y los demás le acompañaban. Por espacio de veinte minutos, todos ellos siguieron acompañándonos entre maderos y puentes movedizos hasta llegar a la explanada donde había un coche. Los Misioneros habían bajado y andaban esparcidos alrededor. El tiempo, la noche y el mistral nos distraían tanto gue impidieron se reprodujera de nuevo la conmoción de la despedida>>. 1 Forma piamontesa del dicho: <<íLa vida del holgazán: comer, beber y pasear!(**Es15.30**))
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