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((**Es15.298**) parecía servir para la finalidad. Lo había cerrado Napoleón I y, después, en 1859, el Gobierno pontificio lo había cedido a los dos párrocos de la localidad con ciertas condiciones, una de las cuales obligaba al párroco de la Encomienda a abrir allí escuelas para los niños pobres del barrio; pero, dadas las alteraciones políticas, no se había podido hasta entonces satisfacer esta obligación. Por eso, el anciano sacerdote, que se llamaba Babini y del cual existe una abundante correspondencia con don Bosco, en cuanto supo la intención de los Cooperadores de Faenza, dio gracias al cielo y sintió aliviársele la conciencia de un peso grave. La idea estaba en camino. El Obispo, monseñor Angel Pianori, habló de ello a León XIII, en el mes de julio, y el Papa le animó a proseguir su intento. En el mes de septiembre, don Clemente Bretto, joven sacerdote a la sazón y después Ecónomo General, acompañó a Lugo a unos alumnos de Alassio y se acercó a Faenza con encargo de visitar el edificio, que le gustó. En el mes de marzo del año siguiente llegaron don Juan Cagliero y don Celestino Durando, durante su viaje de exploración y confirmaron el criterio favorable. Estaban comiendo en el seminario, cuando llegó una carta de don Juan Bonetti que, en nombre de don Bosco, escribía desde Magliano a don Pablo Taroni respondiendo a una suya del año anterior 1: <>. Estas palabras confirmaban otras proferidas por don Bosco un mes antes en el colegio de Alassio a un estudiante de Faenza: -Los muchachos de Faenza me han robado ((**It15.341**)) el corazón y me obligan y me apremian a que vaya a verlos. La ida de los salesianos y una visita de don Bosco era el tema favorito de la conversación de don Pablo Taroni, dentro y fuera del seminario. La expectación se hacía cada vez más viva e impaciente. En mayo, el párroco Babini fue a Valdocco para la fiesta de María Auxiliadora y entabló las negociaciones. Cuando don Bosco vio las condiciones jurídicas del edificio que fue convento, no creyó oportuno continuar los tramites, sin previo consentimiento de la Santa Sede. El Párroco voló sin más a Roma. El Papa le concedió una audiencia privada y alabó el destino que se quería dar al edificio, haciendo hincapié en la gran necesidad de salvar a la juventud. A continuación, el cardenal Mertel, Secretario de los Memoriales, escribía una carta al Obispo de Faenza, pidiendo informes sobre la necesidad y la probabilidad de realizar la 1 Véase Vol. XIII, pág. 725. (**Es15.298**))
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