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((**Es15.234**) hemos incurrido en la censura de los dos extremos. Un periódico impío de Turín que, si hubiera podido encontrar algo de burla respecto a profanación, no lo hubiera callado, nos hizo una guerra despiadada por ser papales; y ahora me entero de que nuestro Arzobispo sigue atormentándonos como profanadores del templo>>. Este <> debe hacer alusión a otro hecho de fecha no lejana. En Valsálice era profesor de alemán el caballero Besson, protestante convertido y presidente de un círculo muy popular, llamado Entusiasmo Católico. Un día fue invitado por el Arzobispo a comer con él. El invitado tuvo que aguantar, del principio al fin, una conversación ininterrumpida sobre don Bosco, los Salesianos, sus colegios y sus tribulaciones. Pero lo peor fue después. Levantados los manteles, llamó el Arzobispo aparte al profesor y le dijo: -Usted trata mucho con el Colegio de Valsálice y debe saber algo. Dígame, pues: >>es verdad que, entre los profesores de ese colegio, se cometen inmoralidades? Ante semejante pregunta, aquel señor, dolorosamente sorprendido y escandalizado, lo negó categóricamente y, después informó de palabra y por escrito, al director manifestando su gran disgusto. Otros hechos poco benévolos serían las dificultades puestas para la consagración de la iglesia de San Juan Evangelista, como en su lugar diremos. Pero no debemos callar aquí la última pastoral para la cuaresma. Había en ella dos páginas, precisamente las últimas, llenas de claras alusiones ((**It15.262**)) a don Bosco y los Salesianos, y con la obligación expresa de leerla por entero y explicarla al pueblo; no obstante, algunos la leyeron, omitiendo la última parte 1. En suma, cuanto más nos adentramos en este via crucis, cuyo epílogo narraremos en el capítulo siguiente, tanto más comprendemos la forma trágica que don Bosco dio a la expresión de su dolor, cuando el 1882 dijo a Colomiatti y a quien le acompañaba, rogándoles se lo refirieran a Monseñor: -Ya sólo nos falta que nos clave un puñal en el corazón. Pero nunca se desalentó, sino que siempre confió mucho en Dios y en la justicia de su causa. Unos años después le manifestaba don Joaquín Berto su pena, porque, en el transcurso de tanta guerra, no se hubiese combatido siempre a cara descubierta y se hubiera tenido que recurrir a estrategias encubiertas para combatir al adversario con sus mismas armas. Don Bosco le dejó hablar y, al final, le respondió: -Fue el Señor quien ha guiado todo. 1 Apéndice, doc. 36. (**Es15.234**))
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