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((**Es14.655**) P. S. Al dirigirse al Rey, ruégole insista especialmente en mi mal estado de salud, que me haría inútil para el servicio, y en el hecho de que salí de Italia mucho antes del sorteo militar. Perdóneme la libertad de esta posdata. 38 Dos mensajes de los Misioneros al Papa A Beatísimo Padre: En la faustísima ocasión, Beatísimo Padre, de vuestra fiesta onomástica, cuando todos los católicos van a porfía por testimoniar a V. S. el obsequio de la fe, el afecto de la piedad filial y ((**It14.767**)) la inalterable adhesión a la Sede de Pedro, permitid que nosotros, vuestros misioneros salesianos, desde estas remotas tierras de América, desde las orillas del río de la Plata, desde el centro del desierto, lleguemos a los pies de V. S. para venerar al Supremo Jerarca de la Iglesia con el mismo afecto, respeto y admiración con que la Reina del Sur fue a los pies del gran Salomón. Sí, nosotros admiramos en Vos la misma sabiduría, proclamamos la misma grandeza, el mismo poder. Y el gran Patriarca San Joaquín, cuyo glorioso nombre Vos lleváis, desde los altos cielos donde se asienta, constituido casi como Pater Regis, conserve ad multos annos incólumes vuestras venerandas canas para bien de la Iglesia, consuelo de los buenos, triunfo de la justicia, propagación de la fe, que el Dios piadoso confió a Vuestro celo, a Vuestra caridad. Nosotros hemos experimentado ya la eficacia de Vuestra Bendición, que, con efusión de corazón y de paternal afecto, nos enviasteis. Ella nos alentó en nuestras arduas empresas, nos protegió en los peligros y bendijo la cosecha de ubérrimos frutos de misericordia y de gracia. Sí, consolaos también Vos, Santísimo Padre, porque nuestras débiles fuerzas, confortadas con Vuestra Apostólica Bendición, son gratas ante el trono de Dios y muchos acuden a nuestras iglesias, a nuestros confesonarios, a nuestras instrucciones y catequesis, a nuestras escuelas y a nuestros oratorios. En las ciudades, en los pueblos, en las colonias y en el desierto mismo, los pueblos civilizados y salvajes escuchan con verdadera sed de la palabra divina la voz del Misionero. En estos últimos meses, con inmenso júbilo de nuestro corazón, tres de nuestros hermanos consiguieron penetrar entre los salvajes de las Pampas, entenderse con los caciques Manuel Grande y Eripaylá para instruir a sus tribus en las verdades de nuestra santa Religión. Atravesaron el desierto y pudieron llegar sanos y salvos a orillas del Río Negro, las primeras tierras de la Patagonia. Allí instruyeron y bautizaron a muchos adultos, padres de familia, y a muchísimos niños. En este nuestro primer experimento hacia la Patagonia, hemos administrado el bautismo a casi quinientos indios, que juntamente con nosotros, Beatísimo Padre, se postran a Vuestros pies para implorar la primera bendición de su Padre Espiritual, del Vicario de Jesucristo. Y para cumplir el vivo deseo de los nuevos creyentes y facilitar su eterna salvación, les hemos dado palabra de rogar a Vuestra Santidad que acuda en nuestra (**Es14.655**))
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