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((**Es14.637**) estos pobres muchachos, el reverendo Juan Bosco se adelante a exponer a V. M.algunas observaciones convenientes, invocando, al mismo tiempo, la justicia, que la sabiduría de V. M. y su paternal corazón le dicten. Parte Primera Para dar a V. M. una justa idea de la índole y finalidad de este centro, será útil ciertamente presentar un bosquejo histórico, por donde se eche de ver cuáles han sido sus relaciones con las autoridades públicas y cómo éstas lo han reconocido constantemente como una obra de caridad, desde sus comienzos hasta el presente. Desde el año 1841 el reverendo Juan Bosco, ayudado por la caridad del público y las subvenciones del Gobierno, va recogiendo jóvenes abandonados y los alberga en su casa para librarlos de los peligros de la indigencia y de la corrupción de la calle. Les proporciona alimento y vestido y, como buen padre, se desvive por darles cristiana educación. Como él no es suficiente para tan gran empresa, busca otros que se le asocien y le ayuden, estimulados por la misma caridad. A éste le hace aprender un oficio, a aquél, otro. Y, puesto que en nuestros tiempos es una necesidad saber leer, escribir y hacer cuentas, él, aprovechando los retazos del tiempo que le deja libres su trabajo, proporciona a sus hijos adoptivos una adecuada cultura. Y a algunos, dotados de entendimiento despierto, o que proceden de familias venidas a menos, los hace seguir el curso técnico, el francés y algunos cursos de estudios clásicos. De este modo proporciona alumnos compositores para la Tipografía de la casa, asistentes para el Asilo, y otros pueden seguir la carrera militar o los estudios literarios, según lo que les parece que, en el más breve lapso de tiempo, les podrá ayudar a ganarse honradamente el sustento. Así se pudo favorecer las inclinaciones de nuestros muchachos y organizar un sistema educativo adecuado a un Centro que, en corto espacio, llegó a albergar hasta novecientos jovencitos, como actualmente tiene nuestro Oratorio. Hasta ahora el Oratorio de San Francisco de Sales fue considerado como un Centro de Caridad para niños pobres y abandonados. La Autoridad escolar lo ayudó moral y materialmente. La nueva manera de atender y eduear a los hijos de la porción más necesitada de la sociedad, y puede decirse, la más en peligro, atrajo a gente de diversas partes. El caballero Bellono, alcalde de Turín, el Gobernador, algunos Diputados ((**It14.746**)) y Senadores venían con gusto a visitarnos y pasaban horas en los talleres, en las aulas e, incluso, en los patios de recreo con los muchachos. Un día vino el conde Sclopis con el marqués Ignacio Pallavicini y el conde Luis Collegno, todos ellos Senadores del Reino. Visitaron la casa, las escuelas y el patio de recreo y presenciaron las reuniones de los días festivos. Al despedirse dijeron que referirían todo al Senado, para que recomendara encarecidamente aquel instituto al Gobierno y lograra que ayudase una obra cuya finalidad, decían ellos, pretende disminuir el número de díscolos y de los que van a poblar las cárceles. Efectivamente, en la sesión del 1.° de marzo de 1850, la Cámara de Senadores dio un espléndido testimonio de la obra de los Oratorios. La comisión de Senadores, que nos visitó, recomendó encarecidamente al Gobierno la Obra de los Oratorios para que la favoreciese, la apoyara moral y materialmente, como una institución verdaderamente útil para nuestros tiempos y eminentemente humanitaria y cristiana. (**Es14.637**))
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