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((**Es14.581**) cuando de repente vio a un sacerdote que caminaba con gran dificultad. Compadecido de él, se le acercó y le dijo: -Señor cura, me da usted la impresión de que está muy cansado. -Es cierto, buen hombre, respondió el sacerdote; he hecho un largo viaje. -Señor cura, le ofrecería gustoso que se sentase aquí arriba, si mi vehículo no estuviese como está; pero no me atrevo con semejante carreta. -Me hace usted un gran favor. Acepto, porque no puedo más... Dicho esto, ayudado por el otro, montó en la carreta. Parecía tener una edad de treinta a cuarenta años, y, además, buena presencia. Un detalle en el que de pronto aquel hombre no había reparado, pero del que se dio buena cuenta después, fue que, en cuanto el sacerdote se sentó en el fondo de la carreta, destacaba por ambos costados toda su cabeza con su curioso sombrero, y sin embargo nadie, aun pasando cerca del carruaje, había dado muestras de advertir su presencia. ((**It14.682**)) Una vez llegados a casa, el señor Clément le dio la mano y le ayudó a bajar de la carreta; corrió luego a avisar a su esposa de que traía a un sacerdote cansadísimo y que necesitaba algún refrigerio. La señora, mujer caritativa y piadosa, acudió en seguida a invitarle a comer con ellos. El sacerdote aceptó y, durante la comida, escuchó amablemente el relato de sus desgracias, la más dolorosa de las cuales era la de que un hijo se les había quedado ciego, sordo y mudo, de resultas de una enfermedad. La pobrecita no podía resignarse; había rezado a todos los Santos, pero nada podía mitigar su pena. El sacerdote le dijo: -Rece usted, buena señora, y será escuchada. ->>Quiere usted decir, señor cura: Vaya a verlo... El marido, durante la comida, le servía de beber. Sobre la mesa, junto a la botella del vino, había un jarro para el agua, como entonces se acostumbraba: era de barro cocido, blanco y con ribetes de plata. Dijo el sacerdote: -Conserven este jarro como recuerdo mío. Así lo hicieron, como nos certifica su hija, a la sazón muy pequeñita y que añade: <<-Mi padre, me dijo un año antes de morir: >>-Este jarro no debe caer en manos de tus hermanos. Te lo daremos a ti y tú lo conservarás. Es una reliquia de aquel santo sacerdote>>. Hacia el final de la comida, el señor Clément salió para abrevar a (**Es14.581**))
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