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((**Es14.560**) La más joven se llamaba Felicidad. Celestina no le dijo nada, para ver si se cumplía la profecía. Mientras tanto, la madre cayó enferma. Llevaba dos años sufriendo, ((**It14.657**)) cuando Felicidad le sugirió ir con ella a Turín para recibir la bendición de don Bosco. La pobre señora no tenía descanso de día ni de noche, no podía oír hablar, no quería gente en su habitación; si salía fuera, se aburría, a menudo le daban desmayos, no soportaba a ninguna otra persona junto a ella más que a su hija Felicidad. El día 24 de mayo de 1878, ésta, que tenía 16 años, acompañó a la madre al Oratorio. Fueron desde Buttigliera de Asti y pernoctaron en Chieri, porque la enferma no habría aguantado todo el viaje seguido. La dejó en la portería, subió a la antesala de don Bosco y la encontró atestada de gente; rogó, por favor, que concedieran la preferencia a su madre. Todos consintieron. Subió la madre y fue recibida por don Bosco. Este le preguntó el nombre, de dónde venía y le interrogó también por la familia y por la hija religiosa. Contóle la madre la pena que tuvo con la marcha de su primogénita y su sentimiento al verla religiosa en medio del mundo, cuando ella hubiera preferido verla en clausura, porque siempre la había guardado cuidadosamente alejada de todo peligro. Don Bosco sonrió, pero no dijo nada. Entonces le preguntó la madre si podía esperar la gracia de la curación. El Beato la miró por tres veces en silencio y después miró a la hija. Esta, que conocía la santidad de don Bosco, temió que viera en su alma algo fuera de sitio, como ella contaba al narrar el hecho, y se escondió detrás de su madre. Entonces dijo don Bosco a la madre; -íBueno!, Vos curaréis cuando dejéis que esta otra hija vaya a hacerse religiosa. Al oír esto, le cayeron unas lágrimas de los ojos, pero no contestó nada. En el mismo instante volvióse don Bosco a Felicidad, y le dijo: ->>No es verdad? >>Estás conforme? La joven, que desde niña sentía aquella inclinación, pero nunca la había ((**It14.658**)) manifestado a nadie, y menos a la madre, porque sabía cuánto había sufrido con la marcha de la otra, al oír aquellas palabras y convencida que don Bosco había leído en su corazón, siguió detrás de su madre, juntó las manos en silencio y alzó los ojos al cielo. El Beato vio y comprendió. Poco después bendijo a la madre y le repitió: -Vos curaréis, cuando dejéis que también esta otra vaya a hacerse religiosa. Pasaron todavía dos años. La pobre mujer iba de mal en peor; sin embargo, no hablaba de su visita a don Bosco ni en casa. (**Es14.560**))
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