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((**Es14.488**) cansaba de remediar las necesidades religiosas de su ciudad de Roma. El 8 de diciembre de 1870, él había glorificado a San José proclamándolo Patrono de la Iglesia universal, y, al poco tiempo, adquirió a sus expensas un trozo de terreno en el Esquilino con la intención de levantar en él una iglesia dedicada al gran Patriarca. Pero, al poco tiempo, cambió de parecer. En 1871 los Obispos de Italia anduvieron a porfía para consagrar solemnemente sus diócesis al Corazón adorable de Jesús, y de ahí surgió la idea de que en la ciudad del Vicario de Cristo debía levantarse un gran santuario dedicado al divino Corazón de Jesús, desde donde, como de horno perenne, irradiara nuevo ardor de piedad de la urbe al orbe entero. Propagandista de la idea fue el padre Maresca, barnabita, que dirigía el Mensajero del Corazón de Jesús. Este fue el motivo por el cual el angélico Pío IX dispuso que en dichos terrenos se levantase el templo proyectado, pero ya no a san José, sino al Sagrado Corazón de Jesús, alegrándose mucho de que, desde el punto más alto de la ciudad eterna, el Corazón adorable del Redentor bendijese al mundo entero como desde un gran trono. Pero desgraciadamente las cosas iban despacio y, mientras el nuevo barrio se ensanchaba en todas direcciones, las parroquias colindantes de Santa María de los Angeles, de San Bernardo, de Santa María la Mayor y de San Lorenzo Extramuros no ((**It14.572**)) bastaban para atender tantas almas. Remediaba como podía la necesidad aquel santo varón que fue el padre franciscano Ludovico de Casoria, ayudado por jóvenes seglares de Acción Católica, entre los que se distinguía el abogado Perícoli; una humilde capilla, abierta en un edificio algo más allá del lugar donde se iba a construir la iglesia, atendía a las exigencias del culto. Mientras tanto la muerte arrebató al gran Pío IX, sin que se hubiese hecho todavía nada para realizar su proyecto. La subida de León XIII al trono pontificio señaló el verdadero comienzo de la empresa. El, que desde el obispado de Perusa había sido uno de los primeros en consagrar su diócesis al Sagrado Corazón, conocidas las intenciones de Pío IX, activó su ejecución cuanto pudo. El día primero de agosto de 1878 invitó, por medio de su Vicario el cardenal Mónaco La Valletta, con una carta latina dirigida a todos los Obispos del orbe católico, excepto a los de Francia, ya comprometidos en la construcción de la Basílica de Montmartre, a contribuir mediante colectas locales a la grandiosa empresa. Se confió la recolección de las piadosas limosnas a la federación en pleno de Sociedades Católicas de Roma; una Comisión, nombrada por el Cardenal entre los miembros del Patriciado Romano y presidida por el marqués Julio Merighi debía vigilar la marcha de las obras. (**Es14.488**))
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