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((**Es14.413**) la docilidad de los alumnos a la voz de los Superiores, que los exhortaban a aprovechar la presencia de don Bosco para bien de sus almas. El Beato confesó a los estudiantes y a los clérigos; y empleó el tiempo que le quedaba libre para dar audiencia a las personas de casa, de modo que todos tuvieron comodidad para hablar con él. Debió recibir allí mucha correspondencia, a juzgar por la extraña expresión del secretario, que escribió 1: <>. Pero no faltó, sin embargo, algún refractario. Se recuerda particularmente que había un colegial, a quien no solamente no le gustaban las cosas de la iglesia, sino que, encerrado en el colegio contra su voluntad, odiaba hacía años a curas y frailes. Se llamaba Mari. Don Bosco se encontró con él, le puso la mano en la frente y le dijo: -Tú serás un día religioso y sacerdote. Al oír esto, el muchacho soltó una risa sardónica y desdeñosa. Pero no siempre rió de esta manera, pues en 1890 pasó por Turín ya sacerdote con la cogulla de fraile menor y camino de las misiones franciscanas de América del Sur. Visitó el Oratorio ((**It14.482**)) e invitado a comer por don Miguel Rúa, contó a los Superiores sus propias vicisitudes. El día 23 por la mañana toda la casa acompañó hasta la estación al Siervo de Dios, que partía para Florencia; acompañamiento alegre y clamoroso y especialmente caracterizado por aquella confianza que en aquellas tierras no se conocía entre alumnos y superiores, pero, que don Bosco consideraba como poderoso medio de educación. Don José Daghero viajó con él hasta Orte, donde cambió de tren para llegar, a la una de la noche, a la ciudad de las flores. Allí se hospedó en el palacio de la marquesa Uguccioni, verdadera mamá de los Salesianos. También se mostró tan cortés como de costumbre la marquesa Nerli. El secretario nos repite que don Bosco pasó dos días haciendo y recibiendo visitas, sin añadir detalle de algún interés biográfico. Una abundante documentación de nuestros archivos, de la que nos valdremos a su tiempo, nos da a conocer que, hacía dos años, existía en Florencia una Comisión para la apertura de una casa salesiana en la ciudad; los miembros más influyentes conferenciaron repetidas veces con don Bosco para buscar la manera de acelerar la realización de la empresa. A decir verdad, no necesitaba él de estímulos, le bastaba el conocimiento de las necesidades locales, unido a su celo por la salvación de la juventud; pero esta vez tuvo en Florencia un 1 Carta de don Joaquín Berto a don Miguel Rúa, Florencia, 24 de abril de 1880. (**Es14.413**))
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