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((**Es14.380**) al rector de las escuelas Pías de Cracovia; pero éste, no obstante las pesquisas que hizo, no logró dar con él. Mientras tanto, llegó una petición de informes sobre él de parte del párroco de Beuthem y, casi al mismo tiempo, una grave denuncia anónima de Cracovia, por la que se supo que vivía en el convento de los Franciscanos de dicha ciudad. Don Juan Cagliero le intimó inmediatamente la suspensión como a religioso giróvago y le mandó devolver las cartas de recomendación que se le habían entregado antes de ((**It14.442**)) marchar. El sentenciado se justificó primeramente por sí mismo lo mejor que pudo, pero después se defendió modis et formis, por pluma de persona muy experta que le preparó una concisa defensa en latín, en la que disculpándose de las acusaciones, pedía la secularización, para poder atender a su madre, anciana y sola. Don Bosco, pues, para proceder de modo que no se diera ocasión a cavilaciones o motivo a cualquier observación, esperó hasta encontrarse en Roma, donde poder consultar con persona competente y así dar a la cuestión la forma y requisitos convenientes. Por tanto, con ayuda de don Francisco Dalmazzo, extendió un decreto, concediendo la dispensa de los votos, y declarando, por otra parte, a las autoridades eclesiásticas que el sacerdote quedaba suspenso, mientras no encontrase un Obispo dispuesto a incardinarlo en su propia diócesis, y manifestando, además, que estaba obligado a terminar los estudios de teología dogmática y que no había rendido todavía examen de confesión. Pero, al mismo tiempo, movido por su caridad, testimoniaba la buena conducta que había observado durante su permanencia en la Congregación Salesiana y humildemente lo recomendaba a la benévola consideración de su Ordinario e invocaba las divinas bendiciones sobre todos los que le socorriesen 1. Por fin, sea lo que sea, lo vemos aparecer en Roma, presentarse a menudo en casa de Tor de'Specchi y como a punto de ir a Turín 2; después de lo cual, se pierde su rastro. Entre una y otra visita don Bosco, mientras aguardaba la audiencia pontificia, dirigía cartas a Turín y a Francia y también a otras partes; pero sólo nos quedan seis de este primer período. Teniendo que contestar a don Celestino Durando sobre algún punto de las gestiones entonces en curso para la aceptación de una escuela agrícola ofrecida por la señora Astori en Mogliano Véneto, se despacha en cuatro palabras, porque el pensamiento del Oratorio lo traslada de pronto con vehemencia a los muchachos y a los Hermanos de la casa. 1 Véase: Apéndice, doc. núm. 51. 2 Carta de don Joaquín Berto a don Miguel Rúa, Roma, 14 de abril de 1880. (**Es14.380**))
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