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((**Es14.366**) -Amigo mío, >>qué haces aquí? -Tengo frío, contestó con voz temblorosa y agitada. ->>No tienes casa? -Tengo hambre... Y diciendo esto, levantó los brazos y se echó a sus pies. El Beato se esforzó, como pudo, por levantarlo y arrastrarlo hasta la puerta del Oratorio, donde se le prestaron las primeras atenciones. Recobradas las fuerzas exclamó: -Señor abate, usted ha hecho una gran obra. Me ha salvado la vida y librado de un delito. La desesperación me habría inducido seguramente a cometerlo. >>Quiere tenerme con usted? La casa estaba al completo; pero se le preparó una cama como se pudo. Y ahora aquel pobre hombre vivía en el Oratorio, rezaba, trabajaba y daba buen ejemplo. -Aquí tenéis, dijo don Bosco, lo que hay que hacer con todos, con la sociedad enferma, y hacerlo por amor a Dios, que ha dicho: Amaos los unos a los otros. En nombre de los oyentes, el señor Enrique Bergasse, presidente de las conferencias de San Vicente, le contestó con enardecidas expresiones, saludando en él a otro san Vicente de Paúl, que recogía a los muchachos y libraba a las almas de la odiosa esclavitud de la corrupción y del vicio. El orador aprovechó la ocasión para enaltecer la fecundidad inagotable de la Iglesia, que posee siempre remedios para todos los males, y para exaltar la bondad de Dios, que concede siempre al mundo, según las necesidades de cada época, hombres providenciales. A una sociedad tan enferma, Dios enviaba médicos como don Bosco, cuyos enviados ((**It14.426**)) eran reconocidos y aceptados por el pueblo. -Tenemos, dijo, un ejemplo, en esta casa de la calle Beaujour, hasta ayer escondida e ignorada y hoy transformada en lugar de cita de todos los corazones caritativos de la ciudad y en un centro de peregrinación, donde la gente se agolpa continuamente alrededor del hombre de Dios. Así es precisamente cómo el Señor se complace en hacer surgir y prosperar las obras de sus siervos; de humildes principios, de un imperceptible grano de mostaza, nace un árbol, que muy pronto extiende sus ramas bienhechoras sobre la tierra. Cuando desde la presidencia habló el Obispo, el ambiente estaba saturado de simpatía. El insistió en el carácter providencial de la obra de don Bosco y en su contraseña de obra verdaderamente católica, porque todas las obras queridas por Dios tienen principios humildes y oscuros. Los santos son instrumentos de Dios, conducidos por su (**Es14.366**))
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