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((**Es14.359**) mejores calificaciones; a una, que aspiraba al título de grado superior, abrióle un libro, que ella tenía en la mano y le señaló un punto, sin decir por qué. Una de las otras, la que poco antes había leído el saludo, apellidada Aiguier, tenía intención de hacerse religiosa de la Inmaculada Concepción, pero quería entrar en un convento de clausura de la misma Congregación para dedicarse a la vida contemplativa; pero se oponía la Superiora General, que exigía sacase el título y se quedase entre las religiosas de enseñanza. La estudiante, obstinada en su idea, rehusaba presentarse a exámenes y confió a don Bosco su intención. Don Bosco dirigiéndole una mirada que ella no olvidó jamás, abrió ante ella al acaso la Littérature de Meneket y le dijo: -Usted nunca será religiosa, sino ((**It14.417**)) que tendrá que trabajar. Saque el título, resultará la primera de todas. Un día lo necesitará. La señorita Aiguier, que vive todavía en Marsella 1, al narrar el hecho, dice que la mirada de don Bosco le pareció, en aquel momento, que le indicaba que, aun sin hacerse religiosa, viviría siempre como tal; pero añade que, de buenas a primeras, aquella frase vous ne serez jamais réligieuse (usted no será nunca religiosa) la había contrariado bastante. Todo se cumplió al pie de la letra. En el examen le dictaron la página señalada por don Bosco. De todas las que aprobaron, Aiguier obtuvo la máxima calificación, seguida inmediatamente en la lista por las compañeras, que obtuvieron calificaciones superiores a las de todas las demás examinadas. A su compañera de título superior le preguntaron precisamente el punto donde don Bosco había puesto la mano y alcanzó óptima calificación. La señorita Aiguier no se hizo religiosa, aunque su confesor se había mostrado escéptico sobre la predicción de don Bosco. Como pertenecía a una familia de grandes comerciantes, se prometía un porvenir cómodo, sin necesidad de dedicarse a la enseñanza; pero, de la noche a la mañana, la fortuna le volvió la espalda; su padre perdió todos sus haberes por una desgraciada operación comercial y, entonces, comenzó para ella el calvario de la escuela. Gracias al providencial título, pudo ayudar a la familia a ganar el pan de cada día. Se le presentaron ocasiones halagüeñas en sus buenos tiempos; pero no quiso nunca casarse y vive sola, solita como una monja. Las noticias de estos y otros prodigios de este mismo género, no todos bien conocidos por nosotros, fueron corriendo de boca en boca, 1 Vive en <> (antes Filomena), núm. 39, y tiene relaciones editoriales con los Salesianos del Oratorio de San León. (**Es14.359**))
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