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((**Es14.351**) Cuando él llegó a Marsella, la tensión había llegado al colmo. Fue el párroco a visitarlo y don Bosco entabló la cuestión con calma. Estaban presentes don José Bologna, don Anacleto Ghione, prefecto y, tal vez, don José Ronchail, director de Niza. El párroco no pudo contenerse y, enfurecido, llamó a don Bosco estafador, embustero, desleal, y se retiró. Don Bosco le dejó hablar, manteniéndose siempre sereno y paciente, sin el menor ademán de querer contestar, mientras el otro clamaba en su contra. Por la tarde, quería volver el párroco a San León para reanudar la conversación sobre las obligaciones de las que se quejaban los Salesianos. Pero don Bosco le envió recado, rogándole que tuviese la bondad de dejar aquellos asuntos para mejor ocasión. Mientras tanto, había invitado a unos bienhechores para ir a comer el día siguiente. No convenía que el párroco estuviese en la comida, dado su estado de exaltación; tampoco se le podía excluir, porque podría ser mal interpretado y encender aún más su irritación. Dijo, pues, a don José Bologna: -Ven, vamos a casa del señor cura. ->>A que nos dé la vuelta de la peseta?, contestó el Director. -No; vamos a calmarlo y ganárnoslo. Es impulsivo, pero es bueno, y verás cómo lo arreglamos todo. Y, en efecto, así fue. -Tiene usted razón, señor Párroco, le dijo don Bosco; sí, tiene usted razón. Pero los Salesianos no olvidarán nunca los beneficios recibidos y le estarán siempre agradecidos. Después añadió que no se atrevía a invitarlo a comer porque no podía tratarlo como deseaba; pero que él mismo iría pasado mañana a comer a su casa, pues quería festejar su llegada en la casa parroquial, y porque allí se estaba mejor que en San León... Cuando se separaron, el Párroco se mantenía todavía un poco tieso que tieso; pero no cenó aquella tarde, no durmió por la noche y a la mañana siguiente muy temprano fue al ((**It14.408**)) Oratorio, quiso que don Bosco reuniese el capítulo y, delante de todos, pidió perdón, diciendo que retiraba sus palabras y sus pretensiones; sólo observaba, con respecto a la escolanía, que aquél había sido el motivo para llamar a los Salesianos a Marsella; en cuanto a las misas y a los funerales, se sometía a lo que buenamente fuera posible. En conclusión, hubo acuerdo y también paz. El párroco quedó tan admirado y conmovido de la humildad de don Bosco que, desde entonces, se mantuvo fiel amigo suyo y de sus obras. Después de la muerte del Siervo de Dios, había que comenzar (**Es14.351**))
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