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((**Es14.322**) Lo mismo que en el Oratorio la habitación de don Bosco estaba siempre abierta para cualquiera de la casa que quisiera hablar con él por cualquier motivo, así también podían sus hijos escribirle desde lejos con la máxima confianza, aunque no fuera más que para desahogarse en un momento de malhumor, con la seguridad de que no los dejaría sin contestación. Así el joven catequista de Niza, don Lorenzo Bianchi, sintiéndose un poco a disgusto, había vaciado su aflicción en la <> carta antes mencionada que, sin embargo, no dejó insensible al buen Padre. Muy querido Ronchail: He escrito una extensa carta a don Lorenzo Bianchi, que él no ha recibido. Mira a ver si se quedó en la central de correos o extraviada en nuestra casa. Si no aparece, dímelo y le escribiré otra. Comunícaselo a él mismo y asegúrale que no me olvido de él, pero que le recomiendo no se olvide de mí. Otras cosas para otro día. Dios nos bendiga a todos y créeme que siempre, con verdadero afecto, seré para ti en J. C. Turín, 23 de julio de 1879. Afmo. amigo JUAN BOSCO, Pbro. P. D. He leído con gusto las cartas de los Damascenitos. Salúdalos de mi parte. ((**It14.373**)) En el año 1881 don Bosco reclamó a Turín los cinco jóvenes de Damasco, enviados del Oratorio a Niza, con la intención de prepararlos para ser clérigos; pero el patriarca melquita de Antioquía, Gregorio Yussef, al enterarse que se los quería introducir en el rito latino, no lo consintió. <>. Rogaba, pues, a don Bosco que los enviara a Marsella y los entregara a un sacerdote, que era allí su procurador, el cual procedería según sus instrucciones. El Patriarca terminaba su carta diciendo: <>. Inmediatamente se hizo lo que su Beatitud deseaba. (**Es14.322**))
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