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((**Es14.30**) de acuerdo con las condiciones a establecer. Estas condiciones fueron estudiadas en laboriosas reuniones y fijadas en un documento que había de ratificarse a los tres meses y entrar en vigor después de los cuatro 1. Concluido este asunto informaba el Beato a don Miguel Rúa el día 27 en estos términos: <>Todo está preparado a nuestro favor; esperemos que todo quede concluido según la santa voluntad del Señor>>. Le había escrito pocos días antes ya refiriéndose a estos asuntos: <>. Vino a aumentarle el trabajo la cuestión de Auteuil. Deseoso de conferenciar con él, aprovechó el abate Roussel su estancia en Marsella para ir a hablarle. Tenía intención de poner dificultades al proyecto, que le habían enviado desde Turín unos meses antes, redactado por el Capítulo Superior y firmado por don Bosco; pero, al ver el entusiasmo de los marselleses por don Bosco, sintióse poco a poco ((**It14.25**)) tan subyugado, que firmó sin más, tal y como estaba, instando para que se diese prisa a ponerlo en ejecución 2. Son también un documento de su actividad en Marsella las cartas que envió a don Miguel Rúa. Poseemos cinco, pero, más que cartas podrían llamarse memoriales de lo hecho o por hacer, ordenado en lista y expuesto en forma esquemática; de ello se deduce lo bien que se compenetraban aquellas dos almas. Las publicamos al final del volumen 3. Por ellas verán también los lectores cómo don Bosco, a pesar de las mil preocupaciones que por todas partes le acosaban, pensaba en todo y en todos, con diligencia de superior general y con solicitud de padre. Y no pensaba directamente sólo en su vicario. En efecto su presuroso pensamiento, llegaba por ejemplo, a los novicios, mientras escribía a su Padre maestro: Queridísimo Barberis: Otras cosas para nosotros irán aparte. Espero que nuestros queridos novicios, pupilas de mis ojos, gocen de buena salud, e irán a porfía en amortiguar con su fervor el frío que naturalmente se siente en esta estación. Les dirás que ellos son gaudium meum et corona mea (mi gozo y mi corona). Corona de rosas, y nunca de espinas. Que no haya jamás un aspirante salesiano, que con su mala conducta clave espinas en el corazón de su afectísimo padre don Bosco. Esto no sucederá jamás; estoy seguro 1 Véase Apéndice, doc. núm. 2. 2 Véase vol. XIII, pág. 631. 3 Véase Apéndice, doc. núm. 3, A-B-C-D-E.(**Es14.30**))
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