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((**Es14.233**) ((**It14.266**)) El 25 de agosto fue a verla un hermano, con el que se encerró para hablar durante varias horas, dicen que cinco. Lo acompañaba un hijo del rabino, presunto novio de la joven, el cual se retiró y solamente volvió a aparecer a la salida del amigo. Durante la larga entrevista, la pobrecita cometió una debilidad. Al ver llorar a su hermano y oír su insistencia para que volviera a casa, se conmovió y el corazón la traicionó. El otro, al darse cuenta del momento patológico, le suministró papel y pluma y le dictó unas líneas para entregar a las autoridades, a fin de que la sacaran de aquel lugar, como si estuviera encerrada en él por la fuerza. Escribió ella maquinalmente, pero no del todo inconsciente de que hacía algo que no estaba bien, y dejó en sus manos el escrito sin parar mientes en las consecuencias. Pasados unos minutos y ya libre, volvió en sí, se dio cuenta de su disparate, y delante del hermano y de dos testigos, retractó lo que había hecho y aunque para contentarlo había prometido salir con él, no quiso moverse, sino que resolvió tomarse más tiempo para reflexionar seriamente. Indignado el hermano, salió con el compañero a su lado y con propósitos muy hostiles en sus adentros. Presagiando lo que le iba a suceder, la catecúmena tomó medidas para evitar el golpe, cambiando de morada, por lo cual, a la mañana siguiente pasó a vivir en casa de una buena señora, cerca del Oratorio. Acababa de salir de la casa religiosa, cuando llegaron su hermano, un primo y un compañero de éstos; pero, al oír que se había marchado, se alejaron furibundos de allá. El día 27 por la mañana se personó en el Oratorio ((**It14.267**)) el abogado fiscal, ante el cual se presentó al momento la joven, declarando su propia voluntad de permanecer donde se encontraba y recomendándose a él para que tutelase su libertad personal. El interrogatorio fue consignado en acta y firmado por ella. El magistrado se marchó convencido de que no había ni sombra de coacción. Todo parecía terminado; pero no era más que el principio. La Gazzetta del Popolo, en su número de 1.° de septiembre, ofreció a sus lectores una correspondencia de Nizza Monferrato, que hacía de lo sucedido un cuento de las mil y una noches. La falsedad comenzaba con el título: Historia de una toma de hábito. íComo si fuese posible imponer el velo monjil a una doncella todavía no bautizada! Un detalle fantástico, tragado por otros periodistas y reproducido con indignación, era expuesto en estos términos: <(**Es14.233**))
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