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((**Es14.219**) Con el otoño llegaron dos sucesos que embrollaron más el asunto, dando pretexto a dos nuevas acusaciones. A primeros de noviembre de 1880 murió en la casa de Chieri una Hermana de María Auxiliadora. Tan pronto como la difunta fue sepultada, volaron a la Curia a denunciar una violación de los derechos parroquiales y de las leyes canónicas. El abogado fiscal de la Curia, el canónigo Colomiatti, guiándose por las primeras noticias, llamó a don Miguel Rúa ad audiendum verbum (para oír una palabra), sin decirle el porqué, y le expuso el hecho de esta manera: que dos Salesianos habían administrado los últimos sacramentos a la moribunda, sacando el viático de la capilla interna y los Santos Oleos de la casa de los Jesuitas, y que, después del fallecimiento, los mismos habían organizado el acompañamiento fúnebre por las calles de la ciudad hasta el cementerio. Don Miguel Rúa, tomando por verdadera la narración, dio las explicaciones que le parecieron probables y disculpó a los dos sacerdotes como <>; después puso por escrito sus declaraciones y escribió al Arzobispo una carta, que terminaba de este modo: <((**It14.250**)) los derechos parroquiales violados, nos disponemos a hacer lo que sea necesario a una simple venerada indicación de V. E. 1. íPero cuál no fue su sorpresa, cuando pudo saber cómo había sucedido realmente la cosa! No fueron dos sacerdotes salesianos los que habían administrado los últimos sacramentos a la religiosa, sino el canónigo de Chieri, Mateo Sona; no fueron los dos sacerdotes salesianos los que habían acompañado el cadáver al cementerio, sino que, después de la misa de difuntos, el féretro había sido llevado al camposanto more pauperum (según el rito para los pobres), por un grupo de jovencitas. El no haber indagado más a fondo llevó después al Arzobispo a aprovechar también esta deformación de la verdad como prueba de que los Salesianos no dejaban escapar ninguna ocasión para causarle <> 2. El otro suceso no concierne a Chieri, sino a la causa. El 17 de noviembre de 1880, don Juan Bonetti, cansado de que su asunto se mantuviera suspendido en vilo desde hacía ya veintidós meses, presentó directamente al Papa la súplica del 24 de octubre de 1879, que había quedado en manos de monseñor Verga, declarándose <(**Es14.219**))
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