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((**Es14.105**) -Escucha, Miguel, todos te piden dinero y, me dicen, que los despides con las manos vacías. -Esto sucede, contestó don Miguel Rúa, por un motivo muy sencillo y es que la caja está vacía. -Véndanse aquellas acciones de la deuda pública que nos quedan y así haremos frente a las necesidades más urgentes. -Ya se ha vendido alguna; pero no me parece conveniente vender también lo poco que nos queda, porque cada día ocurren casos graves e imprevistos y no tendríamos ni un céntimo con que responder. -Hay que armarse de paciencia y entonces ya proveerá el Señor; pero, mientras tanto, liquidemos las deudas más apremiantes. -Con el poco dinero que nos queda, ya tengo hechas mis cuentas. Lo voy juntando para pagar dentro de quince días una deuda de veintiocho mil liras que vence en esa fecha; precisamente por esto, hace algunos días que guardo todo lo que llega para ese vencimiento. -De ningún modo; eso es una locura... dejar sin pagar las deudas que podríamos liquidar hoy, para reunir la cantidad, que hay que pagar dentro de quince días... -Pero el pago de las deudas de hoy puede diferirse; en cambio, cuando llegue aquella fecha, >>cómo salir del paso, teniendo que entregar una cantidad tan grande? -Para entonces el Señor proveerá. Comencemos por pagar hoy todo lo que debemos. ((**It14.114**)) Guardar dinero para las necesidades futuras es cerrar el camino a la divina Providencia. -Pero la prudencia aconseja pensar en el porvenir. >>No hemos visto en otras ocasiones los apuros en que nos hemos encontrado? Nos vimos obligados a contraer una nueva deuda para pagar la primera. Y éste es el camino que lleva derecho a la quiebra. -Escúchame. Si quieres que la divina Providencia se cuide directamente de nosotros, ve a tu habitación y mañana saca fuera todo lo que tienes; se paga a todos los que se pueda, y lo que suceda después, dejémoslo en las manos del Señor. Después, hablando a todos los presentes, siguió diciendo: -No me es posible encontrar un ecónomo que me secunde enteramente, es decir, que sepa confiar sin límites en la divina Providencia y no se afane por amontonar algo con que proveer el futuro. Temo que, si nos encontramos en tantas estrecheces económicas, se deba a que se quieren hacer demasiados cálculos. Cuando entra el hombre en estas cosas, Dios se retira. (**Es14.105**))
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