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((**Es13.556**) como ya hemos visto, mas sin hacerse demasiadas ilusiones; ponía sus mejores esperanzas en la ayuda de la autoridad eclesiástica. Antes de salir de Roma en marzo de 1878, había presentado a León XIII una súplica, pidiendo licencia y medios para abrir allí un hospicio. Beatísimo Padre: El sacerdote Juan Bosco, humildemente postrado a los pies de V. S., suplica tenga la bondad de permitirle la exposición de una necesidad gravemente sentida en todos los países, pero singularmente en Roma. Esta venerada ciudad estaba en los tiempos normales abundantemente dotada de centros educativos para toda suerte de ciudadanos. El estado anormal de las cosas en la actualidad, el extraordinario aumento de la población, los muchos jovencitos que llegan a ella desde lejos en busca de trabajo o de refugio, hacen indispensable algunas soluciones para la pobre gente del pueblo. Esta necesidad se ha hecho dolorosamente notoria por el gran número de muchachos ((**It13.651**)) vagabundos, que, después de correr algún tiempo por calles y plazas, generalmente terminan en las cárceles. Precisamente para atender, en parte, esta necesidad se envían cada año, no menos de cien muchachos de esta ciudad, a los hospicios salesianos de Génova y de Turín. Estos pobrecitos son más abandonados que malos, y parece que se les haría un gran favor, si se pudiese abrir un instituto, donde: 1.° Se les recogiera en los días festivos en determinados centros o lugares y se les proporcionara allí ameno recreo con la música, la gimnasia y juegos agradables, y a la par, se les enseñara el catecismo y las. prácticas de piedad. 2.° Se instalasen escuelas diurnas y nocturnas para los pobres, esto es, para los jovencitos que, por ser algo díscolos o perdularios, no son aceptados en las escuelas públicas. 3.° Los absolutamente pobres y abandonados se internaran en un hospicio a propósito, donde, juntamente con la religión, aprendiesen un oficio con que ganarse en su día el pan y vivir como buenos cristianos. Con estos medios se daría cristiana educación a muchos pobres muchachos, que de este modo serían colocados en el camino del honor y de la honradez, con fundada esperanza de que no acabarían en las cárceles, cuyas puertas ya les estaban abiertas. Para realizar este importante y difícil ministerio, siempre que plazca a V. S., el humilde exponente ofrece de buen grado a los religiosos Salesianos, que precisamente tienen esa finalidad y que, con la ayuda divina, ya obtuvieron buenos resultados en otras partes. Ellos se considerarían verdaderamente afortunados siempre que puedan cumplir no sólo los mandatos, sino los simples deseos de V. S., y unir sus débiles esfuerzos a los de tantos otros sacerdotes que atienden con celo a esta misma mies. Una grave dificultad es la de los medios materiales, con que fundar y sostener tal instituto; pero, así como la Providencia del Señor nunca faltó en casos semejantes, así se espera con viva confianza que Dios mandará los medios necesarios o inspirará a V. S. algún acaudalado católico, el cual, movido por la grave necesidad, quiera acudir en socorro de la capital del cristianismo, liberando a tantos muchachos de la ruina material y moral, para devolverlos a la sociedad civil, convertidos en buenos cristianos y buenos ciudadanos. Dígnese V. S. bendecir este proyecto y a este humilde exponente, que se postra a los pies de V. S. y se profesa Humilde exponente y servidor. JUAN BOSCO, Pbro. (**Es13.556**))
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