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((**Es13.492**) en torno al valor de la herencia que le había tocado a don Bosco; corrían cifras colosales de boca en boca: eran millones y millones llovidos del cielo: ya no tenía necesidad de implorar la caridad. Pero la realidad quedaba muy por debajo de las hiperbólicas suposiciones. Y como quiera que la difusión de habladurías tan estrafalarias podía influir siniestramente en las almas y desviar los arroyos de la beneficencia ordinaria, el Boletín de junio cortó por lo sano, publicando una declaración que ((**It13.573**)) ponía las cosas en su punto. El Siervo de Dios, como testimonio público de su agradecimiento, hizo que se celebrase un funeral solemne de trigésima el 28 de mayo en la parroquia de Santa Teresa, con muchos invitados. Otro nuevo dolor sufrió don Bosco a muy poca distancia de tiempo: el 3 de mayo perdió otro gran bienhechor, el marqués Domingo Fassati, fervoroso cristiano y muy encariñado con el Papa. Se hicieron muchas plegarias por él en el Oratorio y en su casa. Para los funerales de trigésima invitó don Bosco a cuantos pudo, repartiendo una circular muy sencilla y expresiva. FUNERALES Los alumnos del Oratorio de San Francisco de Sales, con el sentimiento de la pérdida del marqués Domingo Fassati, dedican unos funerales en sufragio de su alma en la iglesia de María Auxiliadora el día 5 del mes corriente a las siete de la mañana. Respetuosamente se invita a V. S. a ellos, y, si no pudiera asistir, dígnese al menos elevar a Dios una oración en sufragio del alma de su llorado bienhechor. Turín, 2 de junio, 1878. JUAN BOSCO, Pbro. Hacía poco tiempo también que había precedido a la tumba a estos dos patricios de Turín, otro gran protector de don Bosco, el cardenal José Berardi, que pasó al eterno descanso el 6 de abril. Padecía graves incomodidades de salud desde el verano de 1877; una apoplejía cortó su existencia. Era cardenal hacía diez años. Había llegado a aquella dignidad por los relevantes servicios rendidos a la Santa Sede desde los primeros días del pontificado de Pío IX. Había nacido en Ceccano el 28 de diciembre de 1810. La desaparición de estos tres veteranos y tan beneméritos amigos suyos amargó profundamente el alma del Siervo de Dios. Merecen reconocimiento eterno de los hijos de don Bosco. (**Es13.492**))
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