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((**Es13.461**) 2.° Escuelas nocturnas para adultos. 3.° Un orfanato parecido al de Turín o Niza. Quién sabe si Dios no inspirará a V. E. para encontrar tal vez en otra parte los medios necesarios ad hoc, en cuanto vea la necesidad. Dirá V. E. que tengo una cabeza soñadora. Y es verdad; pero, antes de hacer las cosas, hay que decirlas, y, para no errar, someto éste y todos mis otros pensamientos al iluminado saber de V. E., asegurándole que su parecer será siempre la norma de mi actuación. Entre tanto, elevaré mis pobres oraciones al trono del Señor pidiéndole por la preciosa conservación de sus días, e implorando su santa bendición para mí y mis muchachos, me cabe el alto honor de poderme profesar con profunda gratitud, Turín, 3 de agosto de 1877. Su atto. y s.s. JUAN BOSCO, Pbro. La clave del sueño hay que buscarla, pues, en las noticias que le llegaron pocas horas después de Francia, y que no hay que indagar otra explicación, fue más tarde confirmado por los hechos. Don Juan Bautista Lemoyne, al visitar la nueva casa poco después de su apertura, encontró una nueva prueba de cuanto decimos. Al entrar donde estaba la dirección, vio en el plano o piso superior una habitación con los percheros ((**It13.538**)) alrededor de las paredes y con las puertas por las que se llegaba, bajando o subiendo algunos escalones, a las demás habitaciones; he aquí que además había delante de aquella casa una pequeña era y un anchísimo prado abandonado, rodeado de árboles y, más allá, no muy lejos, otra era mucho mayor, donde estuvo la casa de los primeros jovencitos internos. Era el sueño a la letra. Lemoyne, que no esperaba semejante sorpresa, escribió inmediatamente a don Bosco. Pero algo aún más maravilloso le estaba reservado al mismo don Bosco, cuando fue allá para hacer una segunda visita. Al recorrer el Siervo de Dios aquel terreno, los jóvenes le salieron al encuentro precedidos por un compañero que llevaba una ramo de flores. Don Bosco, al llegar a poca distancia de éste, cambió de color por la emoción; el jovencito tenía la misma talla y las mismas facciones que el que había visto en el sueño. Era Miguelito Blain, que se hizo salesiano y vive todavía, escribe Lemoyne, en nuestra casa de Niza 1. Por la noche, durante la velada celebrada en honor de don Bosco, mientras los cantores interpretaban un himno y Blain cantaba como solista, el Siervo de Dios, indicándoselo al Director, don Pedro Perrot, le dijo: 1 Murió en París el 7 de agosto de 1947, a los ochenta y dos años de edad. (**Es13.461**))
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