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((**Es13.44**) -Dios bendiga a esos mis queridos jóvenes; me consuelan mucho; rezaré por ellos; que sigan siendo buenos y recen por mí, que me voy acercando al ocaso>>. Queridísimo Branda: Las noticias que me has dado me han proporcionado una gran satisfacción. El Padre Santo escuchó la lectura de toda la carta, se quedó contento y envía a todos los aprendices una bendición especial. Dirás a ((**It13.41**)) Arietti que también él está todavía a tiempo; la misericordia de Dios es grande, pero que no lo deje para más tarde. Espero que me consolará con un buen san Francisco. Mientras tanto di a todos que nunca los olvido en la santa misa, les agradezco las oraciones que han hecho por mí, y que en parte ya fueron escuchadas; que sigan y también ellos disfrutarán aun temporalmente. Saluda a todos de mi parte y créeme siempre en Jesucristo, Roma, 25-1877. Afmo. amigo JUAN BOSCO, Pbro. El 29 de enero, después de celebrar la misa en honor de san Francisco de Sales en la capilla privada del señor Alejandro, y tras despedirse de sus generosos huéspedes, don Bosco salió de Roma camino de Magliano. En la estación de Borghetto le esperaba el Obispo auxiliar del cardenal Bilio. Después de un corto trecho, encontró a los clérigos del seminario, y después a los alumnos internos y externos del colegio con sus maestros. Todos besaron la mano a don Bosco. El Siervo de Dios saludó paternalmente a todos y subió al coche del Obispo, con quien siguió hasta la ciudad. A poco se presentó en el palacio episcopal el alcalde, en compañía de una representación del Ayuntamiento, para darle la bienvenida. El 30 por la mañana devolvió la visita al alcalde, miembro de la familia Orsoli, y a la verdad algo arisco con los curas, pero, ganado por las palabras y buenas maneras de don Bosco, asistió a una fiestecita que le dedicaron los seminaristas con la lectura de algunas poesías. Después tomó el Beato la palabra y, haciendo honor a la tierra de los clásicos, donde se encontraban, les dio un clásico recuerdo, el mismo que dejó Agesilao al visitar una escuela, a saber: no hacer nunca nada de lo que tengamos que arrepentirnos después; hacer siempre algo que nos pueda ser útil en el porvenir. En el tercer día hicieron el ejercicio de la buena muerte los seminaristas y los muchachos. Por la tarde llegó el subteniente Graziano, de(**Es13.44**))
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