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((**Es13.423**) don Miguel Rúa que se preparase para pagar las cuarenta mil liras. Pasado algún tiempo, don Miguel Rúa avisó a don Francisco Cerruti, director de Alassio, que los dos hermanos del abogado se presentaran a él para hablar de la restitución, pues ellos, domiciliados en Oneglia, nada más oír que el hermano había muerto ab intestato, habían acudido a Roma para hacer el inventario ((**It13.493**)) de todo lo perteneciente al difunto y habían encontrado los papeles de aquel crédito. Fueron, pues, a Alassio para hablar con don Francisco Cerruti. Uno de ellos, arquitecto y hombre sin religión, había quedado hondamente emocionado ante la honradez de don Bosco, por lo que, al entrar en el despacho de don Francisco Cerruti exclamó: -Hoy no se encuentra honradez más que entre los curas. Cuando supe que en casa de mi difunto hermano había estado don Bosco, como dueño absoluto, solo, sin testigos y deudor de cuarenta mil liras pensé: <<...>>Y cómo se entiende? íPodía hacer desaparecer aquel papel; era cosa de un momento y de facilísima ejecución; y, sin embargo, no lo hace y respeta un documento de tanto peso para él! íAh! Don Bosco es verdaderamente un hombre de bien; es más único que raro, un hombre de tanta lealtad en el mundo>>. Don Bosco era en 1878 el mismo del año 1829, el que no quiso tomar el dinero que le había dejado don Juan Calosso, aun pudiendo hacerlo en conciencia y sin saberlo sus parientes. Había sucedido lo siguiente. Cuando llegaron a Roma los hermanos del difunto, el Beato les hizo saber que él debía realmente a los herederos y les preguntaba si querían darle aquella cantidad para sus muchachos o si deseaban cobrarla y cuándo. Los dos Sertorio le contestaron que necesitaban aquel dinero. El ingeniero, por su parte, se entendió con don Francisco Cerruti sobre la manera de cobrar con el menor gasto posible para don Bosco. Con el hermano receptor del crédito dividió la cantidad en tres partes, porque había además una hermana, y don Francisco Cerruti escribió en un papel corriente las tres deudas, fijando el mismo rédito anterior. Se estableció que el capital se devolvería a petición; pero los herederos dejaron que la restitución se hiciese poco a poco, según la posibilidad; es más, invitados varias veces a retirar el capital, lo rehusaron, diciendo que no estaría tan al seguro en otras manos como en las de don Bosco. De este modo el Beato ahorró todos los gastos notariales y el tanto por ciento correspondiente al fisco. A partir de aquel momento el arquitecto no cesó de ((**It13.494**)) enaltecer el nombre de don Bosco y miraba con mejores ojos a los sacerdotes. (**Es13.423**))
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