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((**Es13.421**) personalmente. Unos temían que fuera a sacar de nuevo la cuestión de los Conceptinos; otros que quisiera ganarse el ánimo del Papa en las controversias turinesas, sobre todo después del 28 de febrero, en que llegó de improviso a Roma el arzobispo Gastaldi con su secretario el teólogo Maffei y se hospedaron con los Rosminianos, donde también habitaba el cardenal Hoenlohe, gran amigo suyo. A unos y otros favorecía el anterior maestro de cámara, que había sido confirmado en su cargo. Este no tenía personalmente motivo alguno en absoluto para oponerse a don Bosco, antes al contrario: en 1867, el Siervo de Dios, ganado por sus atenciones, le había puesto bajo la protección de Pío IX, que no lo miraba con buenos ojos. Sólo después de hacerle posible que entrara en el Vaticano, el Beato pudo conocer la índole de tal señor; pero entonces tuvo que armarse de paciencia y sufrir las consecuencias de su eficaz interés. Acaeció por aquellos días un episodio muy significativo. Este señor hacía todo lo posible por no encontrarse con don Bosco. Una mañana fue don Bosco a celebrar misa en la iglesia de Tor de'Specchi. Mientras estuvo en el altar, llegó aquél al convento. La Presidenta, sin decir nada, invitó a don Bosco a que subiera a tomar café. Don Bosco aceptó la invitación. Tampoco aquel señor había sido avisado de la presencia de don Bosco. Al encontrárselo frente a frente, don Bosco quedó sorprendido; pero el otro supo actuar con desenvoltura. Estaban con él dos jóvenes suizas, elegantes, pero descaradas. El señor, nada más ver a don Bosco, ((**It13.491**)) le dijo señalando a las jóvenes: -íVea, don Bosco, qué dos reales mozas de la gracia de Dios! Don Bosco no respondió. El interlocutor, sin alterarse, prosiguió: ->>Qué dice usted de estas dos señoritas? -No soy entendido en la materia y no sé qué decir, contestó don Bosco. No me parece que sean conversaciones convenientes para un sacerdote. -íOh, exclamó el primero irónicamente, si todos los sacerdotes fuesen como usted, las cosas irían mejor! -No diga si fueran como yo, observó don Bosco, sino si fueran como los quiere Nuestro Señor Jesucristo. La Presidenta interrumpió el desagradable diálogo, diciendo a aquel señor: ->>Y cuándo procurará una audiencia del Santo Padre a don Bosco? -Mire, contestó aquél, el Padre Santo tiene tantas cosas que hacer que no tiene tiempo, al menos por ahora, para dar audiencia a don Bosco. Pero... ya veremos... ya veremos... (**Es13.421**))
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